nietzscheanas 63
abril 17, 2024 § Deja un comentario
¿Qué le podríamos decir a Nietzsche? Pues que quizá sí que la moral cristiana —la proclamación de la igualdad entre los hombres— fue provocada por el resentimiento, la envidia del sacerdote hacia la existencia noble. Pero que la pregunta no es si el resentimiento fue el impulso inicial, sino si, a pesar de ello, es o no verdad que somos iguales. Que no hay inicios puros es algo que ya podemos dar por descontado. Einstein podría haber dado con sus ecuaciones en un estado de ebriedad. Sin embargo, no quedan refutadas por ello. De hecho, caeríamos en la falacia ad hominem si terminásemos rechazando la teoría de la relatividad porque hubiéramos descubierto que Einstein fue un alcohólico.
Otro asunto es el de la falsa conciencia, que no podamos incorporar —reconocer como propios— los motivos que, en definitiva, nos impulsan y sostienen. Ahora bien, esto tiene que ver con nosotros, no con el clavo que hay que clavar. La obra de Nietzsche podría perfectamente entenderse como una orgullosa reacción al poder sacerdotal de la época. Y no por eso juzgamos su genealogía como irrelevante.
Con todo, Nietzsche probablemente nos hubiese dicho que no hay manera de contrastar si somos efectivamente iguales. Que nuestra objeción presupone que hay algo así como la verdad. De ahí que la pregunta sea en qué sentido cabe decir que es verdad que no hay diferencia, salvo la aparente, entre el noble y el esclavo. Al fin y al cabo, cómo es posible afirmar como verdadera la escisión de la que se ocupa la metafísica, a saber, la que media entre lo real en cuanto tal y su manifestación sensible. Pero de esta cuestión nos ocuparemos en otro post.
Deja un comentario