¿experimentar a Dios?

abril 20, 2024 § Deja un comentario

Si Dios es un Dios por venir —si la fe es, sobre todo, un permanecer a la espera de Dios—, entonces la experiencia de Dios no es, ni siquiera por analogía, la de un estar conectado al fondo nutricio del cosmos. Cristianamente, no se trata de descubrir, sino de mantenerse a la espera, mientras se le da al mazo. La fuerza o el ánimo no proceden de una especie de red bull de naturaleza espiritual, sino del Espíritu de Dios, ese resto. Y si el Espíritu se da como resto es porque, desde la óptica bíblica, el aliento de Dios es inseparable del memorial: recuerda el acto de piedad que tuvo lugar en lo más endurecido de la impiedad.

Al fin y al cabo, que el creyente se encuentre expuesto a Dios es algo muy extraño, si se piensa bien. Y pensarlo bien quiere decir más allá del suponer que hay Dios… o algo así. El estar bajo exposición es el envés de una existencia abierta a lo imposible…. en tanto que el Dios que aguarda el creyente no puede hacerse presente como ente superior. Un ente superior aún formaría parte del todo… como para que pudiéramos admitirlo como Dios. Un ente superior no es más que un ente superior, el cual, y como superior, tan solo nos exigiría un saber lidiar. En Dios, al margen de su hacerse cuerpo, no hay nada que reconocer. A lo sumo, una voluntad de incorporarse al presente para llegar a ser alguien. Sin su cuerpo, Dios aún no es Dios. De ahí que, estrictamente hablando, el creyente no espere a Dios, sino al Mesías —y con él, la irrupción del Reino de Dios, en definitiva, una nueva creación. Como decíamos, un imposible. Pues el mundo no puede admitirlo sin que finalice, precisamente, como mundo.

Sin embargo, la fe o apunta a lo imposible o no es fe, sino suposición. Y ello en nombre del milagro de un perdón que tuvo (el) lugar donde no humanamente podía tener lugar. En realidad, únicamente el perdón de lo imperdonable interrumpe la despiadada continuidad de lo histórico, una interrupción que no tienen otro horizonte que el de un reset de dimensiones cósmicas. Increíble, sí. Pues no podemos hacernos una idea del cómo sin falsificar el carácter de la esperanza creyente. Esta no proporciona un saber. Ni siquiera hipotético. Su forma es la del imperativo: el Sí debe triunfar sobre el No —la bondad, sobre la muerte— en nombre de… La fe como acto de confianza nunca fue un dar por descontado.

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