distancias

abril 21, 2024 § Deja un comentario

La teoría —el ver desde la posición del dios— fue, como sabemos, un invento griego. Hay que tomar la debida distancia si queremos saber de qué va el juego, en definitiva, superar las apariencias. Pero ¿acaso no todo es apariencia? Desde la grada del espectador imparcial, el amor es visto como el apareamiento de los monos. Pero no lo ve así el poeta. En el mundo hay árboles, focas, piedras…. Pero los árboles, las focas, las piedras… desaparecerían si de repente quedásemos reducidos al tamaño de una pulga. Todo sería muy distinto. La respuesta acerca de lo que hay no es, por tanto, independiente del tamaño o la posición. De ahí que el único modo de trascender las apariencias hacia el en sí, si es que hay algo como un en sí, sea reflexionando sobre el puro haber. Esto es, haciendo metafísica.

Sin embargo, el resultado de la reflexión sobre el puro haber nos dejará en el limbo especulativo. Pues el puro haber no es nada al margen de su aparecer como el haber de las cosas. ¿Hablamos de una mera abstracción? Ciertamente, no hay un puro haber como hay árboles, focas o piedras. Pero, si las cosas que vemos no son imaginaciones, entonces hay el ahí —el afuera. El puro haber no es, por consiguiente, nada. Su realidad es la de una negación de la nada. Es no siendo nada. Acto puro.

En cualquier caso, aunque haya ascenso, ningún camino habrá de vuelta: no es posible deducir la caña del pescador del haber en cuanto tal. La multiplicidad de lo concreto no puede comprenderse a partir de una sustancia fundamental. De hecho, la sustancia fundamental nunca fue sustancial. A pesar de Tales.

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