teo-lógicas (2)
octubre 30, 2024 § Deja un comentario
El haber del Padre —el haber de Dios en sí—, en tanto que puro haber, no admite representación. El haber del Padre no es, por tanto, como el de los entes. Ni siquiera donde añadimos el adjetivo supremo. Y esto es así hasta el punto de que la realidad del Padre anda rozando la nada.
Ahora bien, si solo la anda rozando —si no cae en ella— es porque en el seno de la nada hay algo así como la voluntad de ser por la que la nada es negándose a sí misma hacia lo otro de sí misma —en Trinitario, hacia el Hijo hecho carne. Mejor dicho, lo absolutamente primero es esa voluntad o acto. Pues la nada no es con anterioridad a su negación de sí. Es no siendo nada.
De ahí que el haber del Padre se revele, como sufriera en propia carne el crucificado, bajo el aspecto de la oscuridad y el silencio más impenetrables. Como vio Hegel —y antes que Hegel, Plotino— la reflexividad, en definitiva, que la nada sea no siendo, es el principio y fundamento de cuanto es. Por eso mismo, la nada —la aniquilación de cuanto es— permanece como la imposible posibilidad del mundo. Desde esta óptica, todo es milagro —o, si se prefiere, don o gracia. Pero al igual que es cierto que la negación de Dios se conserva en la negación de Adán.
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