primero: megacasting 2

enero 9, 2025 § Deja un comentario

Kant dice —más o menos—: debo respetar al otro… porque, en definitiva, no puedo hacer otra cosa. Y es que, literalmente, deber hacer equivale a no poder no hacer. Es decir, moralmente hablando, no debo servirme del otro para satisfacer mi interés particular. Nunca utilizamos a quien respetamos. Ahora bien, si no puedo hacer otra cosa que respetarlo es porque el otro como tal —su yo— es inalcanzable, y por eso mismo, un inútil. Siempre utilizaremos, de utilizarlo, su cuerpo —siempre negociaremos con su aspecto—, en modo alguno el yo que hay detrás. De hecho, ese yo no podemos verlo, solo reconocerlo a través de la reflexión o el pensar. Sin embargo, porque el yo siempre va con su cuerpo —porque no es nadie al margen del cuerpo con el que se identifica—, el respeto al otro implica respetar su cuerpo.

De ahí que el mandato que nos obliga a respetar al otro —a hacer lo debido por hacer lo debido, esto es, por respeto— sea, en definitiva, racional. Es decir, en el debo respetar al otro no solo hay las emociones, entre el temor y la admiración, que inevitablemente acompañan al respeto. No obstante, sí que, y con independencia de la razón, podemos, cuando menos, intuir el carácter inalcanzable del yo que se sitúa ante nosotros… si nos alcanza su mirada, esto es, si nos mira desde lo más profundo de sí —desde el más allá de sí mismo.

Kobalsky, sin embargo, plantea la siguiente objeción: de acuerdo. Ahora bien, también podríamos tener esta misma sensación ante la mirada de un chimpancé… y no diríamos que debamos respetar al chimpancé como sí debemos hacerlo con nuestro semejante.

Pregunta: ¿que podríamos decirle a Kobalsky?

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