presencia real
junio 30, 2025 § Deja un comentario
A Dante, Beatriz, esa niña con la que se cruzó y que le dejó en estado de suspensión, se le presentó —se le hizo presente— como divina. Pero ¿quién fue en realidad Beatriz? ¿Fue en verdad divina? ¿Cómo se presenta cuanto hay? ¿Es posible prescindir del como? ¿Qué es lo que se presenta como tal o cual? Esta es la cuestión.
Sin embargo, de responder, ¿no estaríamos ante otro modo de presencia —y, por eso mismo, ante un en relación con? ¿Cabe ir más allá de lo que nos parece? Desde Grecia, este trascender las apariencias corre a cargo de la razón. Pero los resultados del ejercicio de la razón siempre fueron —y serán— paradójicos. Al menos, porque ese que, en tanto que absoluto, nunca podrá aparecer bajo una forma. Pues todo aparecer es siempre en relación con. Sin embargo, porque no puede aparecer como tal, eso que aparece no es. O mejor dicho, es no siendo.
De ahí que la rosa del Silesius —y por extensión cuanto es— sea sin porqué. No hay más que lo dado —y lo dado es aparición. Ahora bien, no hay más porque el más es no siendo nada, negación de sí, kenosis. Nuestro pecado original, por así decirlo, consiste, en gran medida, en un tener que dominar cuanto es donación. Y este tener que dominar implica permanecer atados al como —y por eso mismo, a las apariencias. Pero la rosa es sin porqué. Y esto significa que la aparición no equivale a las apariencias. La aparición no admite perspectiva. Únicamente, testimonio.
Con todo, como escribiera Eliot, no podemos soportar demasiada realidad. Es lo que tiene que la existencia consista en vivir como arrancados. Y quizá no sea casual que ser y estar se revelen como las dos caras de una misma moneda. Pues incluso el como del como arrancados se disuelve como un puñado de sal en el mar donde simplemente estamos ante lo que se nos da sin porqué.
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