el ser y el como

julio 11, 2025 § Deja un comentario

Decimos: esto es X. Pero lo que hay en el fondo es una metáfora, un como: esto como aquello. O mejor dicho, lo que hay en el fondo… una vez intuimos, cuando menos, el alcance de la cópula. Pues la cópula es reveladora donde el esto aún no es nada sin el como.

Evidentemente, la relación predicativa se sostiene sobre un uso pragmático de los nombres. Así al decir, por ejemplo, mesa por primera vez no hacemos más que etiquetar. Con la frase esto es una mesa no hacemos mucho más que ponerle un post-it al esto —a algo ahí. Posteriormente, convertiremos esta etiqueta en concepto, abstrayendo los rasgos comunes de las diferentes cosas que poseen el mismo nombre, precisamente, por su parecido. También, paralelamente, surge el adjetivo. Y aquí la cópula tiene únicamente la función de matizar: esta mesa es de madera.

Algo muy distinto, sin embargo, sucede cuando decimos Dios es carne. Pues, en este caso, nombramos lo desconocido a través de lo conocido. Y aquí la metáfora no es un modo de decir… entre otros. Es el decir por el que tiene lugar la aparición. Referirse a Dios, por tanto, es lo mismo que referirse a quien fue crucificado en su nombre.

¿Significa lo anterior que Dios no es más que el cuerpo que pende de una cruz? Esto es lo que defendería el nihilismo. Ahora bien, el cristianismo tampoco está tan lejos. Pues, en sí mismo, Dios aún no es nadie sin su aspecto. Y, cristianamente, el aspecto de Dios es el de un abandonado de Dios que se abandona a Dios. No obstante, y frente al nihilismo, lo que el cristianismo comprende —y lo comprende en tanto que Dios es, literalmente, padecido antes que comprendido— es que Dios es el cuerpo de Dios porque el más de Dios es el del sujeto que, en sí mismo es no siendo aún nadie. En la metáfora Dios es carne, hay un exceso que la identificación no agota. Y porque no la agota puede haber, en realidad, identificación. Este exceso, por consiguiente, no es el de lo gigantesco, sino el del residuo. Pues Dios, en cuanto tal, es lo que queda de Dios donde ya no queda nada de Dios. Espíritu. Jn 4, 24.

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