extremos

febrero 11, 2025 § Deja un comentario

Una situación extrema es una situación final, esto es, aquella en la que se decide el sí o el no de nuestra entera existencia. Es decir, sin ambigüedad. Pues, en principio, todo cuanto nos traemos cotidianamente entre manos es mezcla —y no terminamos de saber cuál es la debida proporción. Por ejemplo, no hay amor sin celos. Quien pretenda un amor en el que no haya rastro de posesión lo que no obtendrá será, precisamente, amor. Y por eso mismo —porque todo es mezcla— nunca terminamos de saber hasta qué punto el amor es en verdad amor. O mejor dicho, hasta qué punto pesa más el amor que su contrario. Estrictamente, eso está por ver. De ahí lo que decíamos sobre las situaciones extremas o finales.

Sin embargo, ¿acaso no sería preferible que la ambigüedad no se resolviese? Y no solo porque las situaciones finales sean, de hecho, insufribles, sino porque el amor, de resolverse como solo amor, dejaría de hacerse presente como tal. Nada es que no incorpore unas dosis de su contrario.

Ahora bien, esta objeción únicamente puede plantearse sobre el papel. Pues presupone que la resolución se limitaría a constatar la sustitución de un amor impuro por uno sin tara. Pero nadie dijo que el sí o el no se nos impusiera de este modo. Más bien lo que sucede es que el amor se sobrepone a aquello que lo niega. Es decir, que se sale con la suya —que gana o vence. Propiamente, estaríamos ante una superación de la ambigüedad… en el sentido hegeliano de la expresión, a saber, aquella que conserva en su seno lo superado. Por eso, tampoco cabe comprender el momento decisivo o final al margen de la historia que hay detrás.

cambiar de mundo

febrero 8, 2025 § Deja un comentario

Volverse pequeño hasta lograr las dimensiones del microbio no equivale simplemente a cambiar de paisaje. El árbol, los mares, la ciudades… se vuelven inaccesibles. Como si no fueran. Así, habrían tantos mundos como medidas humanas pudieran haber. Nada se le aparece al microbio. El mundo microbiano no es un mundo para el microbio. En realidad, el microbio forma parte de ese mundo… que solo se revela a quien se enfrenta a una exterioridad, esto es, al consciente de sí, y por extensión, de un afuera.

Teniendo en cuenta lo anterior, ¿qué sería Dios? Obviamente, nada que posea la entidad de lo que pertenece a un mundo, sea cual sea. Decir Dios es decir el misterio de Dios. Y no porque Dios sea algo misterioso. O por decirlo a la manera de Jüngel, Dios es el misterio de los mundos.

Ahora bien, no hay misterio sin pregunta. Y aquí la pregunta apunta al sentido de la existencia, sobre todo si esta lleva consigo las heridas de la impiedad. ¿Qué esperar? Sin embargo, la existencia ¿acaso no supone permanecer en la pregunta? ¿Existiríamos de no haber sido arrancados, precisamente, de Dios? ¿Pueden, por eso mismo, existir los ángeles?

Quizá no sea secundario que Israel concibiera la redención como un nuevo comienzo —como recreación. Pues los cielos puede que sean para los ángeles. O las bestias. Pero no, para nosotros.

veo, veo —qué es

febrero 7, 2025 § Deja un comentario

La pregunta —qué es, al fin y al cabo, lo que se nos muestra de un modo u otro— no tiene fácil respuesta. Por ejemplo, veo un árbol —y espontáneamente digo que es un árbol. No obstante, si fuera empequeñeciéndome hasta llegar al tamaño de un microbio, es un decir, el árbol desaparecería. En su lugar, otro mundo.

Al final, hay diferentes mundos. Pero una sola exterioridad —un único ahí. El problema es que ese ahí, como tal, no es nada. O mejor, es no siendo nada. Es posible que el asunto Dios, de pensarlo, comience con esta distinción. Al menos, si queremos ir más allá de lo que nos parece. Y diría que deberíamos ir más allá si no queremos que la paradójica realidad de Dios se reduzca a nuestra ilusión. O necesidad.

centro comercial

febrero 6, 2025 § Deja un comentario

Estar en el centro —creerse el centro— significa que el resto es entorno. Más que narcisismo, ingenuidad. En definitiva, un error existencial. Por eso mismo, elevarse supone un descentramiento: el centro es otro, lo desmedido o extraño. Y este es el verdadero comienzo. Toda revelación es trauma, humillación. No eres nadie. Ahora ya comprendes qué supone haber sido creado a imagen y semejanza.

puro mal

febrero 5, 2025 § Deja un comentario

Al margen del sadismo, el origen del mal fue siempre un mayor bien. Esta es una de las lecciones de la historia. Al fin y al cabo, la lógica sacrificial sigue estando vigente, aunque en lugar de las primicias, las inmundicias. En vez del altar, las fosas comunes. Es lo que tiene que ya no dispongamos de ningún dios a quien agradar. En cualquier caso, el precio de los mil años de paz continua siendo la inmolación. El odio, el asco, la higiene… apuntan a la rata, al gusano, la cucaracha. Basta con que veamos a quienes acusamos de nuestra desgracia como ratas para que volvamos a abrir la espita del gas. Pues la visión es poderosa. La violencia es animal. El mal, solo humano. Pues únicamente los humanos son capaces de simbolizar.

hybris

febrero 3, 2025 § Deja un comentario

Quizá la vida más inercial sea, al fin y al cabo, preferible a la de quien alimenta nuestra secreta inquietud por la verdad. Llenar el vacío con las ocupaciones. Mejor dicho: con una continuada distracción. Pues, de parar, fácilmente nos daremos cuenta de que el suelo bajo nuestros pies es, en realidad, un alambre.

Decía Pascal que nuestros males comienzan donde somos incapaces de permanecer a solas en una habitación. Posiblemente. Sin embargo, cuando surge el desasosiego por lo que en verdad acontece en medio de lo que pasa —y este exige soledad, mucha soledad— no vuelve a crecer la hierba. Y es que la segunda ingenuidad, de haberla, tiene las manos vacías.

No en vano, Platón dijo que el amor a la verdad nos sitúa cerca de los dioses. Pero, a la vez, también fue muy consciente de que la verdad no es para nosotros. Al menos, mientras sigamos en este mundo.

no me asusta

febrero 2, 2025 § Deja un comentario

No me asusta tanto mi muerte —o eso me atrevería a decir ahora— como la posibilidad de que mueran mis hijas antes de tiempo. Quizá cuando tenga que morir, el estremecimiento ocupe todo el espacio. Pero eso sería anecdótico. Quiero decir que probablemente sea más sólido el temor de ahora que el espasmo final. Lo primero es aún humano —demasiado humano, quizá. Lo último, de darse así, sería más bien simiesco.

empirismo, racionalismo… y Platón

febrero 1, 2025 § Deja un comentario

El contraste entre la filosofía griega y la moderna tiene que ver con la cuestión que se plantea en torno a la noción de realidad, a saber, si esta se identifica con la mera exterioridad o con el mundo, en definitiva, si tan solo lo absoluto es real —y lo absoluto es sin darse como tal— o si no hay más realidad que la del mundo… tal y como aparece, sea a la sensibilidad o a la razón.

El lema de Berkeley esse est percipi es un buen punto de partida para ver por dónde van los tiros del pensamiento moderno. Pues lo que sostiene Berkeley es que no podemos asegurar que haya un mundo en sí que esté por debajo o más allá de nuestras representaciones del mundo. Estas representaciones, las cuales son el resultado del trabajo que realiza nuestra mente con las impresiones recibidas, son, efectivamente, del mundo. Ahora bien, esto es así únicamente porque lo que hay es el resultado de operaciones mentales, las cuáles suceden espontáneamente. Si nuestra mente funcionase de otro modo, no es que el mundo nos pareciese distinto —esto es lo que daría por sentado el sentido común—, sino que sería distinto, es decir, otro mundo. Toda idea que no sea simple —toda idea que no sea una impresión— es, en definitiva, un constructo mental —y, por eso mismo, un supuesto de la mente, algo puesto por ella. Que ciertas ideas nos parezcan innatas —como, por ejemplo, la idea de sustancia o la de unidad— tiene que ver con el hecho de que no somos conscientes del proceso de construcción.

Sin embargo, el empirismo no puede negar la exterioridad como tal. Pues somos pasivos con respecto a las impresiones. O dicho de otro modo: estas son recibidas o dadas y, por eso mismo, podemos decir que vienen de afuera. Ahora bien, esa exterioridad no es el en sí del mundo —no es el mundo como tal. No hay otro mundo —otra “realidad”— que la construida por nuestra mente. La pura exterioridad no es nada en particular. Y por eso mismo, nada.

En cambio, según el racionalismo, los enunciados de la matemática describen adecuadamente el en sí del mundo. La sensibilidad sigue siendo incierta. Es decir, con el ver y el tocar no es posible trascender el horizonte de lo que nos parece, en definitiva, la perspectiva. Un color es una longitud de onda… al margen de cómo llegamos a percibirlo. En este sentido, el racionalismo legitima la cosmovisión científica, aquella según la cual —y por emplear las palabras de Galileo— Dios escribe en el libro de la naturaleza con el lenguaje de la matemática. La sospecha escéptica no afectaría a la razón como fuente del saber o criterio de certeza… porque, aunque en un momento dado pongamos en suspenso la pretensión de verdad de los enunciados de la matemática, la razón, simplemente sometida a las normas que constituyen su validez, es capaz de alcanzar la exterioridad —esto es, de demostrar que hay un afuera, un más allá de las representaciones mentales, aquel al que estas representaciones, precisamente, apuntan.

Veamos como procede la demostración. En principio, podría suceder que en el afuera “el gato estuviera vivo y muerto” —y que, siendo lo anterior inconcebible, y por eso mismo, siendo imposible, la razón fuese incapaz de garantizar hasta el final su pretensión de dar en el clavo de lo verdadero… entendiendo por verdad la adecuación entre lo pensado o dicho y los hechos del mundo. No obstante, si solo puedo estar seguro de mi existencia mientras pienso, entonces necesariamente hay un más allá del limite que supone dicho mientras, aunque ignore en qué consiste. El cogito y la exterioridad serían las dos caras de una misma moneda.

Sin embargo, que la exterioridad sea la propia de un mundo —y en concreto, del mundo que corresponde a una descripción matemática del mundo— es lo que aún faltaría por demostrar. Descartes solo pudo demostrarlo recurriendo a la bondad de Dios. Pero este argumento es, de hecho, un ejercicio de retórica. Pues cojea de algunos pies. Por ejemplo, no resulta evidente que la bondad de Dios quedase en suspenso si este hubiese querido limitar el alcance de la razón. La pregunta es, por tanto, ¿qué hay detrás de dicha retórica? ¿Cómo pasar de la exterioridad —de un puro afuera— al mundo sin apelar a un Dios que dejaría atrás su perfección si quisiera engañarnos?

Este paso, me atrevería a decir, solo puede darse desde el lado de la mera exterioridad. Al fin y al cabo, es cuestión de caer en la cuenta de que esta es, por defecto, contradictoria. Realmente, en el puro afuera, el gato está vivo y muerto. Pues, la exterioridad en cuanto tal, es decir, en tanto que indeterminada, incluye tanto el ser —hay el haber— como el no-ser —la pura exterioridad no es nada en concreto… y por eso mismo es no siendo nada. De ahí que la exterioridad en cuanto tal incluya todos los mundos posibles. Todas las posibilidades se dan al mismo tiempo, esto es, mientras aún no hay tiempo y, por eso mismo, nada.

Platón, como sabemos, se enfrentó a la cuestión de por qué había mundo y no tan solo idea. Dejando a un lado la solución imaginativa —el mundo es el resultado de un acto creador por parte de un demiurgo—, lo cierto es que, si lo pensamos bien, el ser, al margen de su aparecer, es no siendo nada. La contradicción es, por tanto, inherente al ser —a un puro haber. Por eso mismo, el puro haber no puede existir como puro haber. Tan solo puede hacerse presente negando su eternidad, en definitiva, su pureza —y por eso mismo, solo puede hacerse presente como el haber del mundo. En definitiva, dándose como aquello que no termina de ser.

Platón lo expresó a través del término participación. Y es que si las cosas que podemos ver y tocar están sometidas al tiempo —y en consecuencia, son siempre hasta cierto punto o nunca por entero— es porque, en definitiva, son, es decir, porque participan de la contradicción inherente al puro haber.

Nadie dijo que el clavo de lo verdadero —de lo que en verdad acontece en cuanto pasa— fuese fácil de clavar. Y menos, de aceptar.

esse est percipi (y 2)

enero 31, 2025 § Deja un comentario

Según el empirismo, el mundo es el resultado de las operaciones que realiza nuestra mente con las impresiones recibidas. Esta pasividad de fondo sería el índice de una exterioridad… con respecto a la cual no hay nada que saber. Pues, propiamente, no es nada en particular. Por consiguiente, no es que haya algo que permanezca incognoscible, más allá de nuestras representaciones mentales, sino que, siendo la idea de algo ahí —en definitiva, la idea de sustancia— un constructo mental, ni siquiera podemos afirmar que haya, precisamente, sustancias , algo que, estando por debajo, sostenga las sensaciones que, espontáneamente, le atribuimos. O dicho de otro modo, no es que nuestra mente deforme lo que el mundo es en sí mismo, esto es, al margen de cómo lo captamos o se nos muestra, sino que el mundo es el resultado de lo que la mente hace con la materia prima de las impresiones. No hay, por tanto, un mundo en sí. El mundo en sí es nuestra suposición. Y si ni siquiera podemos asegurar que haya un mundo en sí, no hay, estrictamente, un saber, teniendo en cuenta que la certeza es la marca del saber. El horizonte del conocimiento es, en cualquier caso, la creencia. El empirismo termina cayendo, inevitablemente, en el escepticismo.

Ahora bien, el empirismo es incapaz de pensar la exterioridad como tal. Al identificar realidad y mundo, lo cual es, ciertamente, de sentido común, no puede comprender la pura exterioridad —el puro haber— como la realidad de lo absoluto, el carácter absolutamente otro de lo real. Esta incapacidad es, de hecho, un producto lateral de la operación cartesiana que sitúa al cogito en el centro del saber y, en última instancia, un efecto de entender la certeza como el sello de lo verdadero. Así, a partir de Descartes, el punto de partida del acceso a lo verdadero ya no será un encontrarse expuestos a la desmesura de la exterioridad en cuanto tal, sino la necesidad de garantizar la verdad de nuestras representaciones del mundo. Dicho de otro modo, donde el sujeto ocupa el lugar de la alteridad extrema de un puro haber, lo verdadero —el acontecimiento de cuanto es— ya no podrá pensarse desde el lado de dicha alteridad.

O al menos, no podrá pensarse hasta Hegel. Pero Hegel fue una seta. A pesar de su influencia, ese malentendido. De hecho, difícilmente comprendemos la operación hegeliana si no caemos en la cuenta de que esta fue análoga a la que realizó en su momento el cuarto evangelista.

teoría y filosofía

enero 30, 2025 § Deja un comentario

La filosofía nace con la pretensión de trascender, siguiendo los dictados de la razón, los puntos de vista, la parcialidad de un perspectiva, las apariencias. En este sentido, el pensar deja atrás lo sapiencial para situarse en la grada del juez que constata imparcialmente la victoria del corredor de fondo. Y quien dice juez, dice el dios. Al fin y al cabo, no es inocente que la palabra teoría derive del griego theos.

Sin embargo, el ejercicio de la razón no está exento de presupuestos de carácter ontológico. Quiero decir que la razón, en tanto que se despliega por medio de un lenguaje, parte inevitablemente de una determinada concepción acerca de la consistencia del haber. Pues no es lo mismo dar por descontado que el haber es el haber de las cosas que, pongamos por caso, el de los flujos. El mundo no se nos muestra del mismo modo donde la estructura básica del lenguaje es la de la predicación que donde, en dicha estructura, el adjetivo posee más peso ontológico que el sujeto. El alma primitiva no fue menos inteligente que el alma griega. La primera vive en medio de. Para la segunda, en cambio, el mundo se sitúa enfrente —y de ahí que devenga un posible objeto de dominio. En definitiva, la razón siempre se ejerce sobre la base de un ver como, y por eso mismo, dentro de las coordenadas de una cosmovisión.

De ahí que puede que no sea secundario que el Dios lejano sea el correlato de una racionalidad que apunta, literalmente, a lo objetivo.

raíces

enero 28, 2025 § Deja un comentario

Diría que no cabe pensar la divinidad al margen del asunto del poder. Pues un dios es, en principio, una fuerza que nos puede y que no es posible dominar. De ahí que, de entrada, siendo frágiles como fuimos, todo estuviera poblado de dioses —o, aún más originariamente, de alma, incluso las piedras. Esta fue una visión espontánea, en modo alguno una creencia. Nadie se atrevió a ponerlo en duda. Al igual que nadie cuestiona sensatamente que las cosas estén ahí. Es lo que se da por sentado, una obviedad.

Ahora bien, lo cierto es que había poderes que nos beneficiaban y otros que se presentaban como maléficos. Y quizá por eso mismo, un dios, a pesar de su invisibilidad, estuvo inicialmente cerca, hasta el punto de rozar nuestra piel. Que hubiera una divinidad suprema y que esta se situara a una debida distancia probablemente fuera el correlato de la jerarquía política que se impuso con el surgimiento de la ciudad. Un rey no se mezcla. Tampoco digo que la trascendencia del dios fuera consecuencia de la transformación política. Una vez fuimos capaces de hacer fuego, los dioses comenzaron a retroceder. Pero que la nobleza poseyera los rasgos de un dios —mejores alimentos, más belleza— también resultó evidente. De manera natural, el noble devino sagrado, esto es, intocable: la pureza no hay que mancharla con manos campesinas.

De ahí que la operación cristiana —aquella que señala como único Dios a quién muere como un animal infecto— tuviera fuertes implicaciones políticas. El triunfo de la cristiandad, ciertamente, las desactivó: los mismos perros con distintos collares. Sin embargo, sigue siendo cierto que un Dios hecho carne en modo alguno puede experimentarse —y ya no solo concebirse— como un dios al uso. El efecto espiritual de la experiencia cristiana de Dios es, no obstante, doble. Por un lado, el ateísmo. Por otro, el permanecer a la espera de un imposible final de los tiempos. Aun cuando sea —o deba ser— con el mazo dando. No es lo mismo. Aun cuando ambos efectos puedan entenderse como las dos caras de una misma moneda.

esse est percipi

enero 27, 2025 § Deja un comentario

La sentencia de Berkeley —esse est percipi— suele dar pie a malentendidos. Pues por lo común se entiende como si nos dijera que no hay nada que no se manifieste, de un modo u otro, a los sentidos. Pero el significado de la sentencia va más allá. Y es que, como sabemos, para el empirismo no hay idea —incluyendo la idea de sustancia o cosa— que no sea el resultado de una construcción mental sobre la base de sensaciones. Por tanto, no es que nuestra manera de percibir cuanto es deforme en cierta medida “la realidad” —no es que nuestra mente sea como una espejo cóncavo—, sino que no hay realidad más allá de la imágenes que se forman en nuestra mente. Esto es, no hay una realidad en sí que subsista por debajo de nuestras supuestas representaciones mentales de la misma. De ahí que si nuestro modo de integrar las impresiones que recibimos del exterior fuese muy distinto —por ejemplo, si fuésemos incapaces de asociar formas y sonidos—, no es que el mundo nos pareciese muy diferente, sino que sería muy diferente.

En cualquier caso, este es el resultado de partir de la sospecha y no del asombro. Y es que donde la pregunta inicial es aquella que se interroga sobre las condiciones de la certeza, si la hubiese, el final del trayecto será inevitablemente un yo incapaz de asegurar la verdad de sus afirmaciones acerca del mundo. Otro gallo cantaría si la pregunta fundamental fuese por qué hay algo en vez de nada. Al fin y al cabo, los presupuestos de la interrogación inevitablemente forman parte de la respuesta. Y la sospecha solo puede ejercerse como método donde la conciencia de sí se sitúa en el centro del mundo, ocupando el lugar de la alteridad propia de lo real.

Probablemente, se trate de un malentendido.

lo otro de Dios

enero 22, 2025 § Deja un comentario

Si Dios, desde nuestro lado, es la alteridad avant la lettre —lo absolutamente otro o extraño—, el hombre es la alteridad de Dios, esto es, lo otro de Dios y, por eso mismo, su negación. Ahora bien, nada puede haber fuera del Dios —nada más allá del puro haber de Dios. De ahí que la negación de Dios —su alteridad u otro de sí— deba comprenderse como la negación de sí de Dios, en el doble sentido del genitivo. Lo finito es, por consiguiente, el resultado de una doble negación: lo no-no finito (in-finito). Esto es, al fin y al cabo, Hegel.

Ahora bien, por eso mismo, la historia será la historia del Espíritu Absoluto, esto es, la historia de la reconciliación de Dios con lo otro de sí mismo, en definitiva, consigo mismo. Y habrá reconciliación cuando Dios logre identificarse con el que tuvo que negarlo desde el principio. Pues mientras no haya reconciliación y como resultado de su acto creador, Dios aún no es nadie. Sin embargo, eso solo será posible cuando el nuevo Adán vuelva su rostro hacia Dios, es decir, cuando deje de negarlo o darle la espalda. Traducción: cuando el abandonado de Dios —y abandonado por su negación de Dios— se abandone a Dios. Solo así Dios —el Espíritu Absoluto— llega al presente, esto es, a hacerse presente. El Espíritu es un hueso.

Es posible que únicamente Hegel comprendiera la verdad del cristianismo. Incluso en mayor medida que Nietzsche. Otro asunto es qué Ley —qué deber ser, qué obediencia— se desprende de dicha verdad. Y aquí Hegel, diría, se separa de Israel.

atados

enero 20, 2025 § Deja un comentario

El problema de las imágenes de la esperanza creyente —como el de las de Dios— es el de creer en ellas antes que en aquello a lo que apuntan, a saber, lo imposible. Es así que lo imposible se vuelve concebible…. cuando lo cierto es que esas imágenes, en tanto que delirantes, pretenden impedir, precisamente, que nos hagamos una idea, convirtiendo la esperanza en expectativa. Las imágenes apocalípticas son el envés de un clamar por Dios, no de nuestro deseo de que la película tenga un final feliz. No estamos, por consiguiente, ante un modo de expresar un ideal al que podamos aproximarnos de hacer las cosas bien.

aquí estoy yo

enero 18, 2025 § Deja un comentario

El punto de partida de cualquier trayecto vital es el de creer que importamos. O cuando menos, que debe reconocérsenos nuestra importancia. Aun cuando esto pueda matizarse en relación con las diferentes psicologías, desde las más soberbias hasta las más acomplejadas, lo cierto es que el mundo parece girar a nuestro alrededor. Es lo que tiene que lo real se nos ofrezca siempre como perspectiva. Sin embargo, por poco que nos situemos, a la Spinoza, en el punto de vista de la eternidad, fácilmente nos parecerá que no es así: apenas contamos. Como si fuéramos hormigas para un dios.

Ahora bien, la cuestión es si hay perspectivas más ajustadas a lo que es en verdad que otras. No es probable que elijamos como postal de la torre Eiffel una en la que solo apareciera uno de sus tornillos. Así, para ver con claridad de qué se trata en realidad suponemos que deberíamos tomar una cierta distancia —una distancia teórica (y no es casual que la raíz de la palabra teoría sea, precisamente, theos). Sin embargo, también es cierto que la piel que acaricia el amante no es la misma que la que observa el dermatólogo con su lupa… aun cuando eso que está ahí sea, en última instancia, lo mismo. Es decir, eso que está ahí no aparece siempre del mismo modo. Y no aparece del mismo modo… porque el aparecer exige, precisamente, perspectiva.

En sí mismo, el eso no es nada en particular —ni puede serlo—… siendo, no obstante, lo más real en tanto que otro-absoluto. Pues lo particular —el que eso se encuentreahí, el modo de ser— aparece siempre en relación con un punto de vista o sensibilidad. Esto es, relativamente. En el aparecer, lo absoluto pierde su carácter absoluto. O mejor dicho, deviene absoluto o, literalmente, ab-suelto —sin juicio, sin lenguaje— en el aparecer… con lo que lo primero —el arkhé— no fue lo absoluto como ente absoluto o subyacente, sino como acto —el hágase.

Así, ¿qué es en sí misma la piel que acaricia el amante o inspecciona el dermatólogo? Un eso, un algo que no es, propiamente, algo, sino más bien (la) nada en concreto. Y por eso mismo, podría ser cualquier cosa. La nada como la posibilidad del todo. ¿Por qué, entonces, hay algo y no más bien nada? Porque la nada es no siendo nada. Es decir, como negación de sí. Hágase.

No es casual que la relación entre lo Uno y lo Múltiple fuese el tema de fondo de la especulación griega. Pues, con respecto al asunto de la verdad, puede que no haya otro.

la macro en cuatro párrafos

enero 17, 2025 § Deja un comentario

En el capitalismo, la crisis empresarial es la condición de posibilidad del crecimiento económico. Una cosa va con la otra. Es decir, ciertas empresas o ciertos sectores empresariales tienen que entrar en crisis para que pueda haber crecimiento. Y no porque la crisis constituya un estímulo para hacerlo mejor; no —o no solo— porque sea un acicate para la innovación, sino porque el valor del ahorro con el que se financia la inversión que da pie al crecimiento económico equivale al valor de las ventas no realizadas —de los productos que quedan como muertos en el almacén. Así, las empresas que no han realizado las ventas esperadas, probablemente —pues dependerá de las dimensiones del stock— disminurián su producción durante el siguiente ejercicio… con lo que se verán obligadas a reducir plantilla. En principio, los nuevos desempleados tendrían que emplearse en las empresas de nueva creación —lo que tampoco es, sin embargo, tan fácil o inmediato—, las cuales se financiarían, precisamente, con el ahorro disponible. Es lo que tiene que una economía se comprenda como un flujo circular de renta. Esto, sobre el papel.

¿Cuál es el problema, entonces? Que ese ahorro puede no volver al circuito económico. Esto es, que en el flujo circular haya cada vez menos renta circulando. Hablamos del atesoramiento. Ello implicaría entrar en una espiral deflacionista… lo que deprime cualquier economía. Evidentemente, no se trata de poner el dinero, tal cual, bajo el colchón. Pero hay muchas maneras de ponerlo sin, literalmente, ponerlo. Por ejemplo, depositándolo en las Caimán. Entonces ¿qué tendríamos? Desempleo sin nuevos empleos. Es decir, desempleo crónico… si es que la evasión del capital deviene algo así como una constante gravitatoria. De ahí que Keynes reclamase que el Estado ocupase el lugar de los empresarios que, ante la falta de ahorro, no pudieron jugársela. Y no para producir, en su lugar, tazas, ordenadores, coches, destornilladores…, sino para edificar hospitales, pavimentar caminos o contratar servicios públicos.

Sin embargo, Keynes, además, propuso que, ante las fugas de capital y, por tanto, donde disminuyese el ahorro disponible, la banca financiase las inversiones con dinero creado de la nada, como suele decirse —aun cuando, de hecho, lo que crean los bancos no es dinero, sino deuda que funciona como medio de cambio: el dinero, en realidad, se crea una vez se ha saldado la deuda crediticia con el banco. Ahora bien, el primer precio a pagar para que la renta siga circulando a pesar del atesoramiento, es una inflación crónica. Pues muchas inversiones financiadas con dinero creado de la nada fracasarán, sobre todo si los tipos de interés están por los suelos —y por eso mismo, la cantidad de “dinero” en circulación aumentará en mayor medida que la nueva producción. De ahí que, a partir de Keynes, el principal objetivo de los bancos centrales sea el control de la inflación: que esta no se salga de madre. El pleno empleo será —o debería ser— un producto lateral.

Con todo, hay un segundo precio a pagar: el de la quiebra bancaria. La razón es simple: donde el dinero de nueva creación, en vez de destinarse a financiar la actividad productiva, se destina a las finanzas, en definitiva, a la especulación financiera, el riesgo —enorme— es que las burbujas que genera la especulación terminen estallando… lo que sucederá tarde o temprano. Y cuando estallen, los activos de la banca no bastarán para saldar su deuda con los depositantes. Esto es, el dinero de estos desaparecerá como si fuese un fantasma. Mal asunto. Muy mal asunto. Este es uno de los motivos por los que, pongamos por caso, las viviendas, al haberse convertido de facto en un activo financiero, no pueden bajar significativamente de precio. O viviendas inaccesibles —y por tanto, expolio de la mayoría—, o conservar nuestro dinero en el banco. Tertium non datur.

primer principio

enero 16, 2025 § Deja un comentario

Nadie nunca es tanto como cree ser. Ni siquiera el malo. Si es verdad que conservamos al niño que llevamos dentro, entonces los malos de la película no dejan de ser unos malotes. Sin embargo, hay quienes nos dan la impresión de que no hay nada que hacer. Pues quieren el daño. De ahí que, ante el malvado, sea inevitable creer en la existencia de Satán. Basta con ver Funny Games de Michael Haneke para hacerse una idea de lo anterior.

redimir

enero 12, 2025 § Deja un comentario

Para hacerse una idea del alcance de la redención —de hacia dónde apunta— basta con ponerse en la piel de un genocida arrepentido. ¿Quién me salvará de esta culpa imborrable —cómo podré comenzar de nuevo? ¿Es posible que mis víctimas lleguen a perdonarme si no regresan con vida de la muerte?

El nihilismo posee la respuesta más razonable. Sin embargo, lo razonable siempre estuvo constreñido por las coordenadas de una cosmovisión. Pues dichas coordenadas —esos pre-juicios— establecen el campo de lo posible. Al fin y al cabo, digamos lo que digamos, seguimos anclados en lo que nos parece. De ahí que no quepa trascender las apariencias donde la razón no se ejerce contra lo razonable. Ahora bien y por eso mismo, el resultado de este ejercicio acabará constatando que no hay otra realidad que la imposible. El mito logra su nemesis en el despliegue radical de la razón.

Fontilles

enero 10, 2025 § Deja un comentario

El leproso se presenta como el límite de la caridad más espontánea. Un cuerpo que se descompone a pedazos no provoca nuestra compasión. Más bien, lo contrario: el asco, el vómito, la repulsión. Ciertamente, podemos sentir pena. Pero a distancia.

De ahí que Hume no pueda explicar el beso de Francisco de Asís al hermano que sufría de lepra. Quizá Freud. Pero no Hume. Ese beso fue, humanamente, excesivo, por no decir, delirante o pertubador. En modo alguno, un ejemplo —un comportamiento a seguir.

Ahora bien, la explicación que pudiera proporcionarnos el psicoanálisis permanecerá en el exterior. El cartógrafo no ve la misma montaña que el escalador. La montaña no aparece del mismo modo. ¿Cuál de las dos apariencias es la verdadera? Las víctimas de Hiroshima se aparecieron a los tripulantes del Enola Gay como hormigas. ¿Lo fueron en realidad? De ahí que todas la polémicas remitan a una y la misma cuestión: ¿de qué hablamos cuando nos referimos a lo que es en verdad?

primero: megacasting 2

enero 9, 2025 § Deja un comentario

Kant dice —más o menos—: debo respetar al otro… porque, en definitiva, no puedo hacer otra cosa. Y es que, literalmente, deber hacer equivale a no poder no hacer. Es decir, moralmente hablando, no debo servirme del otro para satisfacer mi interés particular. Nunca utilizamos a quien respetamos. Ahora bien, si no puedo hacer otra cosa que respetarlo es porque el otro como tal —su yo— es inalcanzable, y por eso mismo, un inútil. Siempre utilizaremos, de utilizarlo, su cuerpo —siempre negociaremos con su aspecto—, en modo alguno el yo que hay detrás. De hecho, ese yo no podemos verlo, solo reconocerlo a través de la reflexión o el pensar. Sin embargo, porque el yo siempre va con su cuerpo —porque no es nadie al margen del cuerpo con el que se identifica—, el respeto al otro implica respetar su cuerpo.

De ahí que el mandato que nos obliga a respetar al otro —a hacer lo debido por hacer lo debido, esto es, por respeto— sea, en definitiva, racional. Es decir, en el debo respetar al otro no solo hay las emociones, entre el temor y la admiración, que inevitablemente acompañan al respeto. No obstante, sí que, y con independencia de la razón, podemos, cuando menos, intuir el carácter inalcanzable del yo que se sitúa ante nosotros… si nos alcanza su mirada, esto es, si nos mira desde lo más profundo de sí —desde el más allá de sí mismo.

Kobalsky, sin embargo, plantea la siguiente objeción: de acuerdo. Ahora bien, también podríamos tener esta misma sensación ante la mirada de un chimpancé… y no diríamos que debamos respetar al chimpancé como sí debemos hacerlo con nuestro semejante.

Pregunta: ¿que podríamos decirle a Kobalsky?

publicistas

enero 9, 2025 § Deja un comentario

En su labor evangelizadora, el pedagogo posmoderno suele hacer referencia a las clases magistrales como lo peor, siendo habitual que pase un vídeo en el que inicialmente se observa un montón de alumnos aburridísimos… mientras oyen la perorata sin sentido de un maestro, para terminar, por contraste, con esos mismo alumnos participando felizmente de su educación a través de un estimulante trabajo en equipo alrededor de un iPad. ¿Se puede ser más impostor? Es como si quisiéramos demostrar que de los libros no se aprende nada poniendo como ejemplo un libro… del que, efectivamente, no se aprende nada. Esto es, un mal libro.

De hecho, podríamos pasar otro vídeo: aquel en el que, en una clase de cuarenta —o incluso ¡sesenta!—, los alumnos trabajan en grupos, mientras el “encargado del aula” va de mesa en mesa monitorizando aprendizajes autónomos. Y aquí no hay que ponerle mucha imaginación. Basta con apretar el on.

Otro asunto es que, hoy en día, en la escuela haya mucho de disfuncional…

la tiranía de la lengua

enero 8, 2025 § Deja un comentario

En las canchas de la pedagogía posmoderna —aun cuando hunda sus raíces en Rousseau—, hasta se ha llegado a decir que la lengua es fascista. Que lo importante es el pensamiento —en concreto, lo que uno es capaz de pensar por sí mismo— y no la ortografía. ¿Cómo hemos llegado a tanta estulticia? Cuando se trata de aprender carpintería o medicina ¿acaso nos atrevemos a prescindir de los maestros? Exhortar a los jóvenes a que piensen por sí mismos sin haberles puesto en contacto con quienes han pensado antes que ellos, ¿no supone condenarlos al universo, enormemente tóxico, de Twitter? Hay en la pedagogía posmoderna un implícito —o no tanto— rechazo a toda forma de autoridad. Como si autoridad y libertad estuviesen en orillas opuestas. Pero Víctor de Aveyron —el último buen salvaje— no fue más libre. Al contrario: mientras anduvo por los bosques, estuvo por entero sometido a su instinto. De hecho, ni siquiera era capaz de un sí mismo.

¿Cómo las escuelas han podido apadrinar tanto despropósito educativo? ¿Quizá porque los pedagogos posmodernos han olvidado aquello que dijo Kant, a saber, que el pájaro se engaña a sí mismo si cree que sin la resistencia del aire podría volar más rápido? Si los pedagogos posmodernos fueran capaces de pensar, ¿acaso no se habrían dado cuenta de que aquello que aparentemente impide nuestra libertad es lo que, en realidad, la hace posible? Quien dijo que la lengua es fascista ¿nunca fue consciente de que para poderlo decir hace falta mucha educación?

niños

enero 7, 2025 § Deja un comentario

Un niño no es solo un iluso. Es también aquel que seguirá creyendo en su ilusión a pesar de las evidencias en contra. Así, un niño seguirá esperando a los Reyes… aun cuando le digamos que son los padres. Pues los ha visto en la cabalgata. Un niño no se hace preguntas sobre sus impresiones. No hay fe que no pase por la crisis de la infancia. Otro asunto es que el horizonte de la crisis sea, para quien creyó, una segunda ingenuidad. Pero el regreso nunca será como la primera vez. Por suerte.

microbios

enero 2, 2025 § Deja un comentario

Supongamos que fuéramos unos de los tipos de microbios que habitan en nuestro intestino… y que pudiéramos desplazarnos más allá. ¿Acaso no veríamos otros mundos —paisajes desconocidos, incluso inhóspitos, por no decir absolutamente incomprensibles: el corazón, los pulmones, las vértebras, la masa cerebral…? Sin embargo, lo que no veríamos —ni podríamos ver— es que todos esos mundos forman parte de un todo consciente. Imaginemos ahora que uno de esos microbios llegase a comprender que los diferentes mundos componen un organismo. ¿Es que no se le presentaría como un diseño inteligente? Más aún: ¿podría eludir el postulado de una inteligencia creadora?

Sin embargo, ese todo consciente de sí no se crea a sí mismo. A lo sumo, interviene sobre sí: alimentado a los microbios beneficiosos a base de probióticos y eliminando a la Helicobacter Pylori. Ciertamente, a esos microbios les parecería que existen bajo el poder de un dios. Pero se equivocarían. Su error sería un error de perspectiva. Aun cuando espontáneamente no pudieran evitarlo. Pues el haber de Dios en verdad se sitúa más allá del todo.

Ahora bien, más allá del todo —y por el que el todo es eternamente el aún no-todo— no hay nada. Esto es, un puro haber sin nada, en definitiva, la negación de la nada. Este es el último misterio. Por no decir, lo absoluto como misterio o el misterio de lo absoluto. Llegados a este punto, resulta obvio que ya no cabe hablar de una cosa misteriosa. De ahí que ante Dios nos encontremos siempre sin Dios. Y de ahí también que obedecer al mandato que se desprende de este ante Dios, sin Dios suponga un enfrentarse a Dios en nombre de Dios. Y ello para que Dios sea. Esto es, adquiera un presente —una presencia—, al fin y al cabo, un cuerpo.

poder y sentido

diciembre 31, 2024 § 3 comentarios

¿Cómo es que tantos jóvenes se sienten atraídos por el yihadismo? ¿Por qué las teorías de la conspiración consiguen tantos adeptos? Sentirse alguien e ir a la contra ¿acaso no serán dos caras de la misma moneda? Si, como viera Nietzsche, no hay más que voluntad de dominio, ¿no deberíamos entender cualquier vínculo como político? Y la política ¿no exige un enemigo? ¿Puede haber vigor una vez se ha disuelto el espíritu de combate?

Quizá no fuese casual que la filosofía naciera en el seno de la democracia. Pues la interrogación socrática, cuya actitud básica es una mezcla de asombro y sospecha, corroe todo mapa mental. El problema de los mapas mentales es que nos fijan en una perspectiva. Y quien dice fijar dice esclavizar: difícilmente logramos ver más allá. Ahora bien, y dado que una perspectiva con sentido es siempre binaria —amigo/enemigo, superior/inferior— no hay modo de evitar el conflicto donde conviven diferentes mapas mentales. Y menos, si hay desigualdad de por medio.

De ahí que los sofistas, al proporcionar los mapas mentales que servían a intereses particulares, fuesen, según Platón, el inevitable cáncer de las democracias. Pues el escepticismo socrático, el cual relativiza, precisamente, cualquier perspectiva, siendo a su vez consciente de que no disponemos de otro recurso para orientarnos en el día a día, nunca tendrá las de ganar. Y sin un escepticismo de fondo, no hay democracia que sobreviva. Pues entre escépticos solo cabe el acuerdo, la negociación, el consenso.

Sin embargo —y este sería el asunto— el escepticismo no proporciona ningún sentido a la existencia. A lo sumo, un esperar lo imposible. Y aquí Israel puede que fuese más perspicaz. Aunque a costa de un enorme sufrimiento.

el haber y el todo

diciembre 30, 2024 § 2 comentarios

¿Hay el todo? No, según Kant. Estaríamos ante una idea de razón, algo así como un horizonte, un límite asintótico, una idea regulativa. Pues lo que hay se decide desde las condiciones de posibilidad de la experiencia. Y estas no admiten una experiencia de la totalidad.

Sin embargo, hay el haber. Y en ocasiones, sin duda extremas, una experiencia del puro haber. Esto es, cuando nos cubre una completa oscuridad y silencio. Kant, por tanto, estuvo en lo cierto: con respecto al todo no hay nada que ver. Ahora bien, por eso mismo, hay el todo. Hegel fue más perspicaz. Pues supo ver que el todo incluía en su seno el no-todo. Y esto significa ver muy lejos.

sur-prise

diciembre 28, 2024 § Deja un comentario

La experiencia básica de la alteridad, al margen de cuanto podamos pensar acerca del carácter absolutamente otro de lo real, es la del ser tomado. En definitiva, la de la propia finitud ante algo que (nos) adviene. Y quien dice finitud dice dependencia. El pensar solo es posible una vez hemos sido dejados.

Sin embargo, uno de los efectos del pensar que nace de la sospecha es, precisamente, el de relativizar la experiencia básica de la alteridad. Pues la sospecha siempre se interrogará —y aquí la interrogación es, por lo común, retórica— sobre la posibilidad de que el rapto únicamente tenga que ver con nuestra situación y no con la revelación de lo absolutamente trascendente. Las lombrices probablemente experimentarían la misma sensación de dependencia si pudieran entrar en contacto con nosotros. Pero se equivocarían si de su experiencia dedujeran que somos dioses.

En cualquier caso, que finitud y alteridad vayan de la mano significa que la cuestión sobre Dios es, en definitiva, la cuestión sobre el poder. Y aquí Israel dio un paso al frente al comprender, y no sin sufrimiento, que lo que no admite dominio —lo que nos sitúa ante una genuina alteridad— tiene más que ver con el silencio que cubre por igual los campos de batalla y los de amapolas que con el temblor de la tierra.

patriarcado

diciembre 19, 2024 § Deja un comentario

Diría que mal vamos donde los instructores de la educación woke insisten en el que la clase magistral es patriarcal. Y muchos insisten sin haber dado nunca una clase. Es decir, sin haberse enfrentado nunca a jóvenes abducidos por modelos de vida que, precisamente, les impiden entrar mentalmente en un aula. Asombroso.

¿Qué proponen en lugar de la clase magistral? Actividades de aprendizaje. Es cierto que uno aprende —interioriza— lo que hace. Pero resulta una ingenuidad pretender que, sin una exposición autorizada de lo que hay que saber, el alumno lo aprenderá por sí mismo con la única compañía de un monitor de aprendizaje, el cual en principio solo tendría que limitarse a garantizar que el alumno sigue las instrucciones.

La pedagogía woke no admite lo que es natural, a saber, que la relación entre maestro y alumno es una relación de poder. De hecho, si el maestro seduce es porque ejerce cierto poder sobre aquellos que lo escuchan. En el fondo, lo que hay por debajo del wokismo es un rechazo visceral a la autoridad. Como si el ejercicio de la autoridad fuese, por sí solo, un abuso de poder. Sin embargo, los vínculos humanos siempre están mediados por un cierto tipo de autoridad. Y lo que consigue, secretamente, la pedagogía woke es que la autoridad se desplace del maestro al alumno. El centro es el alumno: este es el mantra. Y así tenemos claustros desquiciados por las encuestas. Ja us ho fareu.

Ciertamente, hay que tener en cuenta dónde se encuentran quienes están en la situación de aprendizaje. Pero con el propósito de elevarlo y no de reírle las gracias. Y para ello hay que decirle que él no es el centro: el centro es la cosa, lo que hay que saber. Una pedagogía que no lo admita, sencillamente, no es seria. En realidad, supone prolongar la infancia hasta las edades en las que deberíamos dejar atrás la etapa infantil. Primaria hasta en la sopa.

Puede que una escuela woke sea lo que demandan, en el fondo, los nuevos padres, también denominados padres helicóptero, aquellos que giran continuamente en torno al capricho de sus hijos. Sobre todo, que no se frustren. ¿Qué consiguen? Hijos que difícilmente sabrán lo que quieren. Pues no sabrán distinguir entre querer y desear. Y es que nadie sabe lo que quiere hasta que no sabe qué quiere de él su padre. Los nuevos hijos no tienen padres. Tienen progenitores. Y ninguna escuela, ya despoblada de maestros, podrá compensarlo.

¿El resultado? Oriente gana.

tour

diciembre 18, 2024 § Deja un comentario

La metáfora del viaje se halla en todas las culturas. La vida como trayecto de ida y vuelta. La cuestión es hacia dónde se dirige —y cómo se regresa. El viaje de Gilgamesh no fue exactamente el mismo que el de Ulises. Tampoco lo fue el del prisionero de la caverna. Para el cristianismo, se trata de ascender al Gólgota… para luego descender con una mezcla de esperanza y sangrante perplejidad.

Ahora bien, sea cual sea el viaje, la sabiduría que se alcanza es siempre paradójica. Pues no es, estrictamente, un saber a ciencia cierta.

un breve sobre la descomposición

diciembre 13, 2024 § Deja un comentario

Mal vamos donde el ejercicio de la autoridad del padre —y autoridad no significa autoritarismo— se entiende como abuso de poder. El puritanismo woke es, literalmente, una idiotez. Pues olvida que no hay luz sin oscuridad. Quiero decir que es inevitable que la autoridad, en tanto que se impone sobre aquellos a quienes autoriza, incorpore unas dosis de violencia. La idea de un sujeto que decide sobre el vacío su modo de ser revela una insultante falta de lucidez. Como si el modo de ser se eligiera como quien elige entre diferentes marcas de refrescos. No hay sujeto que no esté sujeto a. La cuestión es a qué. O a quién. SI el wokismo peca de idiotez es porque ignora que la principal cuestión que tenemos que resolver si queremos dejar atrás la infancia es quién es nuestro padre.

el precio de la reflexión

diciembre 12, 2024 § 2 comentarios

Vivir sometidos al deseo significa que no hay otro horizonte que el de su realización. La situación es parecida a la de los niños que juegan pegados al balón. Sin embargo, también podemos reflexionar sobre la relación con nuestro deseo. En ese momento, tomamos una cierta distancia con respecto a lo dado… hasta el punto de caer en la cuenta de que ningún deseo es, propiamente, nuestro. Como si fuera un implante. Quizá Homero no anduviera tan desencaminado al dar por descontado que éramos títeres de poderes que nos sobrepasaban por entero. El descubrimiento de la interioridad, el cual no es independiente del socrático volver sobre uno mismo desde el espíritu de la sospecha de sí, fue un arma de doble filo. Pues hizo posible que nos apropiásemos, ingenuamente, de los poderes que, de manera espontánea, atribuimos a los dioses. Esta apropiación es, de hecho, un error. Al menos, porque nos dificulta una mejor comprensión de quienes somos, en definitiva, de nuestra condición de extraños.

La cuestión, sin embargo, es hasta qué punto cabe incorporar los resultados del examen de sí. No es fácil. Pues el cuerpo reclama —y poderosamente— sus derechos. Puede que no sea casual que madurez y sabiduría vayan de la mano. El problema de los tiempos actuales es que tampoco facilitan el marco simbólico para poder madurar. Así, fácilmente llegamos a los cincuenta… sin haber salido aún del supermercado. Como si el lugar de la aparición lo hubiese ocupado el anuncio. De ahí que cuanto mayor sea nuestro dominio tecnológico del mundo, menor sea nuestra profundidad. Al fin y al cabo, la superación de lo humano que pronosticó Nietzsche consiste en ponerse al servicio de una impersonal voluntad de dominio, cuyo principio rector es que debemos llevar a cabo cuanto se presenta como posible.

Alexandre Kojève, enorme lector de Hegel, pero también de Nietzsche, no regó fuera de tiesto al decir que no deberíamos desestimar la posibilidad de que el superhombre fuese un perfecto imbécil. Aunque, de hecho, Kojève no se refirió, estrictamente, a una posibilidad.

perspectivas y parábolas

diciembre 11, 2024 § Deja un comentario

La idea de Dios es algo que, a pesar de su inconmensurable superioridad, puede captarse, aunque siempre relativamente, desde diferentes ópticas —la idea que está presente en la parábola de los ciegos y el elefante— es, sin duda, sugestiva. Es decir, seduce por su aparente obviedad. El problema es que no vale para Dios. Si valiese, entonces la revelación hubiese sido irrelevante. Y no vale para Dios porque Dios, en cuanto tal, carece de entidad. Al fin y al cabo, aquello que, según el cristianismo, se nos reveló en el Gólgota es que Dios no tiene otra entidad —otro quién o modo de ser— que el de un crucificado en nombre de Dios. Ahora bien, que Dios sea en sí mismo el todavía nadie —que su hacerse presente dependa de la fe de quien depende de Dios— no es algo que admita diferentes perspectivas. La realidad de Dios en sí —en trinitario, la realidad del Padre— no es la de algo que pueda describirse, ni siquiera por aproximación.

Ahora bien, ello no quita que nos cueste aceptarlo. Pues religiosamente no podemos evitar concebir lo divino como un poder sobrenatural que, por eso mismo, aún tiene mucho de natural. Y para este viaje no hacen falta, ciertamente, las alforjas de la revelación.

bandazos

diciembre 10, 2024 § Deja un comentario

La infinita misericordia de Dios es la raíz de la política de izquierdas. Al pobre se le debe justicia… aunque esté carcomido por el odio. Sin embargo, ante esa misma misericordia también estamos sub iudice. Según Mt 25, Dios no tendrá piedad de quien no dio de comer al hambriento o de beber al sediento. Y no porque Dios no quiera que todos se salven, sino porque la redención o la condena, al fin y al cabo, son el efecto colateral de nuestra respuesta a la ofrenda de Dios —a su sacrificio. Es el alumno quien aprueba o suspende. Este sería el origen de la política de derechas de talante protestante: no aprovechaste la oportunidad. Con todo, estas derechas fácilmente olvidan que las oportunidades no se reparten por igual.

Libertad y justicia nunca hicieron muy buenas migas. Y, como ya vieron los griegos, no hay una política del equilibrio. O no la hay que sea lo suficientemente estable. En su lugar, bandazos.

belleza y existencia

diciembre 7, 2024 § Deja un comentario

La belleza sin tara es la belleza como tal. La tara —la salida de tono, el disgusto— es la marca de la individualidad. Y por eso mismo, el individuo es la negación del paradigma, de lo ejemplar, el sello del mal. La conversación encuentra su origen en el desgarro. La belleza absoluta no habla. La piedra —el mármol— no representa al dios. Es el dios.

Tan solo existe el individuo. Por consiguiente, si hay lo que tiene que haber, entonces tan solo el individuo debe ser. Sin embargo, ¿cómo podemos decir que debe ser lo que niega lo que debe ser? ¿Quizá porque la belleza solo se hace presente negándose a sí misma o, siendo más estrictos, siendo, en definitiva, esta negación de sí? Puede que no sea anecdótico que la apocalíptica cristiana concibiese la redención por medio de la imagen de Satán bajo la bota del Arcángel. Pues no puede haber nada —ni, por consiguiente, redención— que no incorpore una dosis de su contrario.

sobre la duda y el haber

diciembre 6, 2024 § Deja un comentario

Es posible que la filosofía moderna nazca de un malentendido o incluso quizá de un eficaz ejercicio de retórica. Pues, al partir de la pregunta por la certeza, lo primero será la representación mental y no el haber. Sin embargo, lo primero nunca puede ser nuestra representación de lo que hay. Al menos, porque la representación apunta, por defecto, a lo que hay.

Es posible que la representación no dé en el clavo. Y este es el principio de cualquier sospecha. Sin embargo, la intencionalidad de la conciencia no puede prescindir del afuera sin caer en el absurdo. Aquí el escéptico dirá que para el afuera basta con la representación, en tanto que esta se encuentra frente a la conciencia. Ahora bien, por eso mismo, la representación deviene un límite del saber. Y donde hay límite hay un más allá del límite, aunque ignoremos en qué consiste este más allá… si es que admite consistencia. Así, porque tiene sentido afirmar que no cabe ir más allá de la representación, hay un más allá de la representación. A pesar de que este más allá sea, en última instancia, el de una nada que es no siendo nada.

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lo verdadero

diciembre 5, 2024 § 2 comentarios

Hay lo verdadero. Y lo verdadero no admite perspectiva. Evidentemente, hoy en día es difícil decirlo sin añadir alguna nota al pie. Pues espontáneamente nos decimos que no hay verdad —que todo es opinable. Y acaso este sería el síntoma de nuestro adelgazamiento espiritual —de nuestra indigencia anímica.

¿Qué sería, por tanto, lo que no admite perspectiva? La irrupción del silencio y la oscuridad más inobjetables —los Gólgota de este mundo. Pues lo verdadero o inmodificable —y por eso mismo, eterno— es lo que en verdad tiene lugar… después de que los cielos se hayan desplomado sobre nuestras cabezas. Y lo que tiene lugar no es que la nieve sea blanca o la tierra, esférica, sino el no hay nada más allá del silencio de Dios… un silencio que transforma el más acá en el único más allá. Pues acaso la pregunta religiosa por el más allá solo pueda resolverse como la pregunta por el más allá de Dios, en el sentido subjetivo del genitivo, aquella nos sitúa en la posición donde se decide en definitiva lo humano de la existencia. Al fin y al cabo, todo comienza de nuevo donde no somos más que —aunque tampoco menos— que el heme aquí de Abraham. Y ello sin Dios, aunque siempre ante Dios. De ahí que el heme aquí vaya con el y ahora qué quieres que haga.

Quizá Israel no fuera tan desencaminado al comprender lo real —lo que acontece en verdad— en los términos del imperativo y no del presente indicativo. La verdad nunca fue una frase verdadera acerca las cosas que pasan.

sobre el origen del significado

diciembre 4, 2024 § Deja un comentario

El significado de cuanto es siempre apuntó a los cielos. Así, los antiguos creyeron, pongamos por caso, que el vínculo entre hombre y mujer reproducía a menor escala la relación entre determinados poderes cósmicos. El significado fue —y sigue siendo— representación… aunque, actualmente, los cielos hayan sido sustituidos por la ficción, el acontecimiento cósmico por Pretty Woman, el combate entre ángeles y demonios por Star Wars. Una vez la voluntad de dominio tomó el lugar de la sensación de formar parte, el mundo queda vaciado de sentido —y quien dice sentido, dice dioses. El romanticismo alemán, con Hölderlin a la cabeza, fue muy consciente de ello. Y de ahí su reacción sentimental. Como si el sentimiento —en definitiva, la nostalgia— fuese el último refugio de la espiritualidad, ahora sin trascendencia.

bien y poder

diciembre 3, 2024 § Deja un comentario

El pensamiento clásico siempre fue muy consciente del vínculo entre el ser y el bien: todo lo que es aspira a realizar su esencia —a ocupar el lugar que le corresponde dentro del orden cósmico. Nietzsche, siendo un buen lector de Spinoza, sustituirá el bien por la voluntad de dominio. No es lo mismo. Probablemente, la cesura entre el mundo de la Antigüedad y el nuestro pase en buena medida por ahí.

apocalíptica básica

diciembre 2, 2024 § Deja un comentario

Últimamente, no puedo evitar el sentimiento de hallarme en medio de un mundo a punto de colapsar. Y no porque las cosas anden mal, sino porque en realidad todo pende de un hilo. Spinoza recomendó, como sabemos, ver cuanto sucede desde la óptica de la eternidad. A la manera del antiguo estoicismo. Al fin y al cabo, estamos muy cerca de la mota de polvo. Sin embargo, se impone otra perspectiva cuando la mirada apunta a la posibilidad de un final de los tiempos —de la aniquilación. Atenas o Jerusalén, una vez más.

la quinta cuestión

noviembre 30, 2024 § Deja un comentario

¿Podemos decir que hay alma si esta no es observable —y mucho menos medible? Hoy en día, no parece que podamos afirmar como quien no quiere la cosa que existe algo así como un espectro interior que sobrevive a la muerte del cuerpo. Sin embargo, lo cierto es que la conciencia de sí no termina de coincidir con el cuerpo —ni siquiera con el carácter— con el que, por otro lado, se identifica. De hecho, si podemos decir que somos alguien y no solo algo es porque el yo difiere continuamente de sus rasgos. Así, y a diferencia del chimpancé, no somos cuerpo, sino que tenemos cuerpo (y por eso mismo, podemos relacionarnos con nuestro cuerpo e incluso transformarlo). Por otro lado, nunca tenemos suficiente con lo que satisface al cuerpo. En lo más íntimo, ¿acaso no aspiramos a lo que ningún mundo puede ofrecernos? Como si, en definitiva, no perteneciéramos al mundo. De ahí que nunca terminemos de encontrarnos en donde estamos. El lenguaje sobre el alma pretende, en definitiva, dar cuenta de esta inquietud. Que no podamos ver el alma no es un argumento para negar que haya alma. De hecho, hay materia, aunque, como tal, nunca llegaremos a verla. En cualquier caso, vemos su hacerse presente en las cosas que podemos ver y tocar.

¿Dónde estoy?

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