bajar la mirada
febrero 1, 2020 § Deja un comentario
A los prisioneros de Auschwitz les estaba vedado mirar a los ojos de los SS. Tenían que bajar la mirada, mantener la distancia. De este modo, los SS se convirtieron en dioses para la mayoría de los condenados. Nadie sale con vida tras ver el rostro de un Dios. Pues un Dios es aquel capaz de destruirte. Y mirar a los ojos es, en gran medida, desafiar. Siempre hay quien deja de mirar primero. No es posible mantener la mirada del otro sin terminar abrazándolo (o matándolo). Por lo común, la cosa acaba en tregua, esto es, llegando a un cierto trato. Bajo sus condiciones, preservamos la distancia de seguridad. Preferimos la certeza de las mónadas que dar el salto.
El hombre, sin embargo, no es un Dios. Tan solo puede simularlo. Y lo simula con la prohibición. Ocurre aquí lo que con la fuente de Duchamp. Lo sagrado —la fuente del poder— es, por defecto, intocable. Pero donde ya no hay nada sagrado, todo puede ser sacralizado si media la interdicción de tocar. En un museo, incluso un urinario queda impregnado con el aura del más allá. De ahí que sea tan desconcertante que Jacob saliera con vida después de enfrentarse al ángel de YWHW. Como también que la mirada de Dios sea, según el cristianismo, la de aquel que implora que lo descuelguen de su cruz. Es evidente que no estamos hablando del mismo Dios.
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