zen
agosto 19, 2020 § Deja un comentario
Dice un proverbio zen que si el problema no tiene solución, deja de ser un problema. No sé… Supongo que depende del problema. Es verdad que a veces —o a menudo— permanecemos fijados a contrariedades que no admiten una salida. Y en estos casos haríamos bien en dejarlas de lado. Pero me cuesta imaginar que un parado de larga duración —aquel que, habiendo cruzado los cincuenta, solo milagrosamente va a encontrar un empleo— no viva como problema su situación. O que los prisioneros de los campos de exterminio puedan saltar por encima del horror. En modo alguno es casual que cada refrán —cada proverbio— tenga su contrapartida. No por mucho madrugar amanece más temprano. Cierto. Pero también lo es que a quien madruga, Dios le ayuda. Aunque quizá nuestro proverbio zen, precisamente porque tiene más de zen que de proverbio, apunte a una lectura más radical: no hagas de la vida un problema… porque no tiene solución. De acuerdo. Sin embargo, ¿a quién sirve esta enseñanza —a quién se dirige—? ¿A la madre que no tiene con qué alimentar a sus hijos? ¿A los niños que hurgan en los basureros de los McDonald en busca de restos?
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