mesianismo kafkiano
septiembre 12, 2020 § Deja un comentario
El judaísmo siente un verdadero vértigo ante la posibilidad de que el Mesías hubiera ya irrumpido en la historia y que nadie hubiese sido capaz de reconocerlo. De hecho, este sería el síntoma de que Israel habría dejado de temer a Dios. O lo que viene a ser lo mismo, de que habría perdido cualquier esperanza. Pues tan solo quien se encuentra sub iudice espera una redención. Como reza una sentencia talmúdica, todo está en manos de Dios, salvo el temor de Dios. Y el hombre, según el judaísmo, se hunde definitivamente en la oscuridad de una historia sin propósito donde permanece indiferente al juicio de Dios, mejor dicho, de aquel con quien Dios se identifica.
Desde esta sensibilidad, escribe Kafka en sus Cuardenos en octavo: el mesías vendrá cuando no sea necesario, vendrá un día después de su venida, no vendrá el último día, sino después del último. Este fragmento constituye una variante del dicho hay esperanza, pero no para nosotros, también de Kafka. Traducción: Dios cumplirá con su promesa (pues es Dios). Pero no sabremos verlo. Teniendo esto en cuenta, uno podría sospechar que la genuina convicción judía reside en la incapacidad de Israel para reconocer al ungido de Dios. No en vano, la Biblia es un inventario de profetas apedreados —o si se prefiere, de nuestros malentendidos con respecto a Dios, al fin y al cabo, de una connatural incredulidad—. De ahí que, según el monoteísmo bíblico, lo decisivo con respecto a Dios no sea el contacto con Dios, algo así como una contradictio in terminis, sino lo que se desprende de la imposibilidad de una religatio. Dios es, por defecto, el que nos puede u obliga de manera insoslayable. Pero el hallazgo judío acaso consista en haber visto que lo que ejerce un verdadero poder sobre nosotros no es el dios —de facto, su poder sería circunstancial—, sino su falta; que todo lo de Dios comienza, en definitiva, donde el hombre comprende a flor de piel que su estar en el mundo es debido al eterno paso atrás de Dios.
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