dependientes o pendientes
octubre 2, 2020 § Deja un comentario
Quien cree que no debe responder a la oferta de Dios no se encuentra ante Dios, sino ante su simulacro. La oferta de Dios es la piedad, el perdón, la bondad. Es lo que nos fue dado en el origen de los tiempos. También al pie de una cruz. Dijo Schleiermarcher que la fe reposa sobre un sentimiento de dependencia. De acuerdo. Sin embargo, lo que no dijo Schleiermacher —o al menos, no recuerdo que lo dijera— es que esta dependencia tiene mucho que ver con que en verdad, aunque no nos lo parezca, pendemos del juicio de Dios, lo cual está muy cerca de decir del de aquellos con los que Dios se identifica: los excluidos, los que nos repugnan a causa de su pobreza, los lumpen. Sin duda, esta de-pendencia resulta increíble para cualquier hombre y mujer normales. No vamos por ahí creyendo que el sí o el no de nuestra entera existencia esté en manos de aquellos ante los que pasamos de largo a causa de su mal olor. Pues quien vive como un perro termina oliendo a perro. Quizá no es tan increíble para el que ha sido atravesado —desplazado— por su mirada. Ante esta mirada solo caben dos opciones: o bien, la despreciamos —y es entonces cuando nos condenamos a una soledad infernal, aun cuando estemos rodeados de gente más o menos amable—; o bien, nos arrodillamos llenos de vergüenza, por no decir, sepultados por la culpa, invocando un poco de misericordia. Donde dejamos a un lado que la posibilidad de Dios se decide en la respuesta del hombre a su perdón —el que se nos dio sobre la cima del Gólgota— fácilmente hacemos de Dios una especie de matriz o una variante del osito de peluche de nuestra infancia. Y evidentemente, preferimos esto último a un Dios que aún no es nadie —que no quiere serlo— sin la entrega incondicional del hombre.
Deja una respuesta