la metáfora viva

octubre 15, 2020 § 3 comentarios

Uno no ve nada —no comprende nada— hasta que no da con una buena metáfora. Podemos entender cuanto sucede —podemos calcular y preveer—, pero en modo alguno abrazarlo. La incorporación del saber pasa por la revelación. Pues, a diferencia del mero entender, comprender supone conectar lo alto con lo bajo, lo cercano y lo distante. Así, hay más verdad en el amante que declara ante la amada que le ha robado el corazón que en aquel que se limita a exponer una alteración hormonal. El desplazamiento de la imaginación al territorio de la fantasía quizá sea el principal error de la modernidad. Pues las consecuencias de este error no solo afectan a la teoría del conocimiento, sino también, y puede que sobre todo, a la comprensión que podamos tener de nosotros mismos, de nuestro lugar en el mundo. Aunque quizá deberíamos decir de nuestro no-lugar.

§ 3 respuestas a la metáfora viva

  • Iñaki dice:

    Y puede que no haya que perder de vista la experiencia dolorosa como elemento indispensable de la comprensión porque, ese que dice que le han robado el corazón, sufre. ¿Podemos decir que aquel que más sufrimiento ha padecido es el que en mejor posición está para comprender las cosas del mundo con sus relaciones humanas?
    Recuerdo haber leído algo sobre la angustia en Heidegger: para el angustiado, los entes desaparecen y sólo queda él, desamparado y, a lo mejor por eso, capaz de ver con claridad por fin aquello que se mantiene casi siempre oculto.

  • Carmen dice:

    Iñaki, si me permites, creo que con esto del sufrimiento hay que moverse con sumo cuidado y atención, para no idealizar, y tener siempre muy presente lo que Simone Weil llamaba la desdicha, sufrimiento extremo que tiñe de amargura el universo de quien la experimenta, y del que eran testigos aquellos que en los campos de exterminio de entonces llamaban musulmanes y en los de ahora, por ejemplo, jóvenes suicidas. Dónde o en qué consiste el paso o límite entre un tipo de sufrimiento que, efectivamente, pueda ser antesala de ese conocimiento del que hablas y otro que se convierte en pura desesperación, que llegue a apagar toda expectativa de bien en el alma de quien lo experimenta, no lo sé ni creo que nadie lo sepa; seguramente haya un elemento de voluntad que se aferra a la esperanza; pero aun así, el sufrimiento puede llegar a aplastar a quien lo padece, embotarle la sensibilidad y la razón, o incluso hacerle buscar alivio transfiriéndolo a alguien cercano susceptible de recibirlo, generalmente el más débil, mecanismo multiplicativo perverso pero de fácil recurso, que solo una extraordinaria combinación de gracia y pureza (el Justo sufriente) puede llegar a interrumpir. En fin, que creo que tienes razón en tu comentario, pero que ante el sufrimiento siempre hay, ante todo, que descalzarse y tender la mano con sumo respeto.

  • Iñaki dice:

    Hola Carmen,
    estoy completamente de acuerdo contigo, sería un ser abyecto si me atreviera a hablar con ligereza de un sufrimiento como al que haces referencia en tu escrito, porque, entre otras cosas, lo desconozco. A ese sufrimiento sólo se puede uno aproximar a través de documentales como los de las guerras mundiales o la Shoah y después, poco más que callar. Recuerdo que las dos únicas veces que he experimentado una salida en completo silencio de un cine fue tras ver La lista de Schindler y El pianista, fue curioso observar y participar de este acontecimiento estando el cine lleno de personas, como si estuvieramos profundamente conmovidos y la incredulidad de lo visto nos hiciera estar callados.
    Por esto, no me refería en mi comentario a una experiencia de sufrimiento tan extrema, porque, como bien dices, lo normal es que anule al ser humano como tal. Me refería más bien a un sufrimiento que surge digamos de la experiencia hermenéutica, aquél que surge en la conciencia de la experiencia del conflicto y que, con mucho sufrimiento o dolor de cabeza, tenemos que ir asumiendo dialécticamente. Es decir, que la adquisición de mundo a través de experiencias difícilmente puede realizarse sin el trabajo del pensar, sin sufrir.

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