demonio e interioridad

octubre 16, 2020 § Deja un comentario

Creer en el demonio facilitó, sin duda, el combate interior. Al menos porque impidió que fuera demasiado interior. Y es que donde hay un demonio de por medio difícilmente llegaremos a identificarnos con los impulsos más bajos o destructivos. Cosas del maligno, nos dijimos. De hecho, fue así que los viejos ascetas pudieron enfrentarse a sus instintos: como quien intenta extirpar una garrapata incrustada en la carne. Pero donde ya no es posible tomarse en serio la figura del demonio, dicho combate se transforma inevitablemente en una lucha contra uno mismo. La interioridad, al menos en Occidente, nace de esta transformación. Sin embargo, el precio que tuvimos que pagar fue el de un agustiniano asco de sí. Y aquí no hay exorcismo que valga. Ante el demonio puede que baste un mesías o un maestro. Una massa damnata exige, en cambio, una redención, algo así como un volver a empezar. Y esto cuesta de tragar donde lo incuestionable es el progreso. Pero que cueste de tragar es algo que quizá solo tenga que ver con nuestras tragaderas.

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