transfiguración
enero 9, 2021 § Deja un comentario
A la hora de hablar de Dios, resulta inevitable tener presente a los hombres, cuya existencia, nos habla de Dios. Así, podríamos decir, grosso modo, que Oriente se decanta por los transfigurados —por quienes emanan la paz de Dios—, mientras que Occidente, por aquellos que obran en consecuencia. Los acentos son distintos, sin duda. Y quizá por eso mismo, espontáneamente nos inclinemos a hablar de complentariedad. Pues los hombres no somos capaces de abrazar a Dios por entero. No obstante, las apariencias son, cuando menos, equívocas. La imagen del transfigurado sugiere que es posible alcanzar la cima —que podemos aspirar a ser algo así como un emisor de luz—, mientras que la del comprometido con la causa de la justicia nos da a entender que cabe una justificación de sí a través de las obras. Pero solo es cuestión de rascar un poco el oropel de la superficie para caer en la cuenta de que el barro sigue ahí. Simul iustus et peccator. En realidad, la experiencia interior confirma aquello de que, con respecto a la verdad, cuanto más cerca, más lejos. De ahí que, bíblicamente, lo decisivo no sea la voluntad de acercarse a Dios, sea por la vía contemplativa o activa, sino la responder a su interpelación, la que escuchamos a través del desgarro de los sobrantes. Y aquí quizá convenga subrayar que no se trata de una reacción, más o menos emocional, sino de una respuesta (aun cuando, inicialmente, la reacción tenga más peso) . Pues quien responde se encuentra sub iudice ante el clamor de los excluidos. En este sentido, la parábola del fariseo y el publicano (Lc 18, 9-14) es clara al respecto. Y para leer bien conviene tener en cuenta que aquí la figura religiosamente admitrable es la del fariseo. Perfectamente, podríamos colocar en su lugar al staret o al militante… que están encantados de haberse conocido. Como se nos dijo, primero obedeceremos… y luego ya veremos (Ex 24, 7). Traducción: la transformación, en cualquier caso, viene después. Aunque el transformado nunca podrá decir de sí mismo que sea, precisamente, un transfigurado. Más bien, al contrario. Tú nunca fuiste el tema.
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