al doblar la esquina
febrero 11, 2021 § 1 comentario
La mujer que te fue dada, casi como milagro, también podría terminar siendo el animal que te chupará la sangre. Ningún autor está por encima de la crítica. Pero al igual que es cierto que hay obras que nos juzgan antes de que podamos abrir la boca. Y así hasta cansarnos. Nada nunca por entero —nada sin su opuesto—. Sencillamente, si todo fuese luz, no habría luz. La paz —el buen orden— es un estado de equilibrio, una proporción. Sin embargo, cuesta admitirlo. De ahí que hagamos trampas con el lenguaje. Necesitamos resolver la ambigüedad de tot plegat, juzgar sin paciencia, absolver o condenar en ausencia de pruebas aquello a lo que nos enfrentamos. No sea que, al final, no sepamos con qué —o con quién— hay que tratar. Así nos decimos, pongamos por caso, que estamos ante un buen hombre o una buena mujer… cuando lo cierto es que únicamente nos hallamos ante alguien cuya bondad suele pesar más. Todo depende de la dosis. Nadie es bueno. En realidad, si fuese bueno —si la maldad no fuera su posibilidad—, entonces no sería bueno. Pues cuanto es o aparece no se muestra sin tara. Que la razón dé por descontado que ser es permanecer en lo que se es implica que solo es lo absoluto —lo separado— y que, por eso mismo, nada de cuanto adviene a la presencia es en verdad. Pero por poco que pensemos nos daremos cuenta de que la humillación del ser va con el ser —de que no hay aparición sin renuncia—. Incluso Dios tuvo que abdicar como dios para llegar a ser el que es.
La abdicación de Dios es todo un oxímoron. De hecho es la gran paradoja que debería resolver el cristianismo, el concepto del Dios hecho hombre.