Matrix vs Origen
febrero 16, 2021 § 1 comentario
Hay dos maneras de entender esto de la reflexión. En Matrix, los hombres viven en un sueño, pero hay una realidad fuera de las apariencias. Matrix encajaría en el esquema de la perspectiva científica o religiosa: la realidad es otro mundo. Sin embargo, en Origen, la sospecha es radical: si cabe la posibilidad de estar en un mundo virtual, entonces no hay modo de dar en el clavo de lo real. La sospecha es indisoluble. Esta sería, como sabemos, la posición del espepticismo. Frente a ambas, el Platón de El sofista. Pues, a pesar las lecturas de manual que se hace del platonismo, para el último Platón lo real en modo alguno cabe pensarlo como mundo. Ni siquiera como esencia. Hay realidad. Pero es inconcebible. Si comenzáramos por aquí, quizá seríamos de otro modo. Pues el envés de la extrañeza de lo real es una vida extrañada, una vida para la cual la existencia deviene un motivo de asombro, por no decir perplejidad. Así, la cuestión del socrática de cómo vivir debería entenderse como la que plantea cómo regresar a un mundo en donde hay que hacer los deberes o bajar la basura a diario. Y aquí Epicteto dijo lo que acaso Sócrates no llegó a decir, a saber, que hay que tomarse la vida que nos ha tocado en suerte —y para ello hay que tener, sin duda, un mínimo de suerte— como un actor se toma en serio su papel. Es lo que tiene hallarse expuesto a lo que en modo alguno puede ser dicho. Al fin y al cabo, a la desaparición.
Todo esto es muy inquietante. En la práctica no hay solución posible a la búsqueda de un sustrato sólido a la existencia. El que despierta de su sueño en Matrix no puede estar seguro de que su nueva percepción no sea a su vez un nuevo sueño. Exactamente lo mismo le ocurre al que emerge de un sueño anidado en Origen. ¿Cómo puede uno saber que no está de nuevo soñando? Atención, no pensemos en el sueño entendido como actividad cerebral, sino en el sueño metafísico.
Trasladada esta inquietud a su máximo exponente, la que acontece en el momento de la muerte, la cuestión deviene terrorífica. Cuando has traspasado el umbral y te encuentras frente a alguien que dice ser Dios, ¿Cómo puede Dios convencerme de que es Él y no es el diablo o un sueño de sí mismo? Quizás ni Él mismo sepa que pertenezca a un sueño.
Como dice Jesús, el hombre es perverso porque siempre pide señales. Pero ¿cómo no va a a hacerlo? Él mismo nos dice que vigilemos ante el diablo que se disfraza de Él.
Esta es la gran y espeluznante realidad a la que nos enfrentamos al nacer. Nuestra existencia no puede tener un sustrato sólido. Por más que el hombre pida señales a los profetas o al Mesías, nunca puede quedarse honestamente convencido. En mis sueños aparecen seres mágicos que obran maravillas. ¿Son ellos divinos?
La sospecha siempre estará ahí. Siempre estuvo.
Ni siquiera ante Jesús vivo desapareció la incertidumbre…