esas oraciones
febrero 18, 2021 § Deja un comentario
El creyente habla con Dios en la intimidad, aunque su oración sea, por lo común, en silencio. En principio, nada qué decir. Pero ¿y si se dirigiese a Dios en voz alta? ¿Acaso no comenzaríamos a sospechar? ¿Deberíamos hacerlo? Pues en principio, no parece que haya diferencia entre invocar a Dios en silencio y hacerlo a viva voz… si es que efectivamente tras el muro hay alguien dispuesto a escucharnos (y más si se trata de un Dios que no le hace ascos al cuerpo). ¿Acaso Elías no se atrevió a gritarle a Yavhé ante los sacerdotes de Baal? Sin embargo, ¿no tuvo que enmudecer cuando cayó en la cuenta de que Dios no estaba en el fuego devastador, ni en el temblor de la tierra? ¿Es posible que la intimidad surgiese como el hueco que deja un Dios que se revela como el susurro que cubre por igual los campos de amapolas y los de exterminio?
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