los algoritmos del amor

febrero 28, 2021 § Deja un comentario

Están de moda las apps para ligar. Las más recientes, según parece, funcionan con un algoritmo infalible. Es lo que tiene manejar una cantidad desorbitada de datos. Así, resulta más difícil caer en la ilusión: el algoritmo te dice qué persona es la más adecuada, al margen de lo que te pueda parecer en un primer momento. Con la app, aciertas. Fijo. Sin embargo, la ilusión consiste en creer que, con respecto a los asuntos del amor, lo único a tener en cuenta son las carácterísticas del producto. Es verdad que un producto defectuoso —un hombre o una mujer enormemente susceptibles, sin paciencia, con escasa lucidez, muy pegados a los intereses más elementales…— pone las cosas muy cuesta arriba, si es que no hace inviable la vida en común (aquí los antiguos hubieran hablado de las virtudes que configuran un carácter, y no sin razón). Pero el encaje es solo el principio. Pues el hiato —la distancia, el extrañamiento— surge tarde o temprano. Va con la existencia, cuando menos porque quien existe nunca termina de encontrarse en donde está. De ahí que el amor solo se despliegue como historia de amor, una historia cuyo final, en el mejor de los casos, es el del perdón. Los algoritmos solo saben acoplar las piezas. Pero la vida, en un momento u otro, pondrá la nota discordante, el desajuste, el corte. Y si no sabes navegar —si ignoras cómo capear la tormenta—, te hundes. Donde únicamente has sido educado en el consumo —compra y si no te satisface te devolvemos el dinero— no vas a saber qué hacer con tu vida. Sencillamente, te dejarás conducir por la circunstancia. Y el final, para el consumidor, es siempre la derrota (aunque está se vista con los oropeles de un egoísmo a dos). Pues con el paso de los años, pierdes la capacidad de compra e inevitablemente tendrás que quedarte con los saldos.

Deja un comentario

¿Qué es esto?

Actualmente estás leyendo los algoritmos del amor en la modificación.

Meta