de espaldas

marzo 23, 2021 § 1 comentario

Que Moisés viera a Dios de espaldas tiene su envés en nuestro existir de espaldas a Dios, mejor dicho, a lo debido al retroceso de Dios. Así, la mujer, en su intimidad, es inalcanzable para el hombre —y esto es lo innegable del encuentro (aunque, por eso mismo, puede haber precisamente encuentro: porque nunca la poseerá podrá amarla). También podríamos decirlo a la inversa. Sin embargo, en el día a día permanece el trato, el intercambio, la dominación y su reverso formal, la amabilidad. No en vano el horizonte de la religión siempre fue la religación. Pues su punto de partida es nuestro alejamiento de lo que en verdad tiene lugar y no únicamente sucede. En este sentido, la verdad pertenece a un pasado anterior a los tiempos, un pasado cuyo eco escuchamos en el silencio de los desiertos. En el mundo, andamos distraídos de lo esencial. Demasiado ruido, demasiada dispersión. Como si hubiera verdad, pero no (aún) para nosotros. Y evidentemente, quien permanece ciego a esta distancia no se diferencia mucho del chimpancé. Su yo apenas se distingue de su circunstancia. Ningún chimpancé clama al cielo —ningún chimpancé escucha la invocación del indigente que encubren los cuerpos. En cualquier caso, reacciona.

§ Una respuesta a de espaldas

  • Quentin dice:

    Ciertamente ha caído el hombre una y otra vez en el error de no mirar, de avanzar con los ojos cerrados.

    A lo largo de la historia los hombres han llevado la vista hacia todo lo que les ha sorprendido: el sol, la luna, las estrellas, el rayo, el león o el fuego. La sorpresa les ha invitado a señalar la presencia de dios en aquello que les ha excitado la emoción.

    Han buscado con su mirada apuntando con el corazón. Y nada han hallado.

    No es tan fácil saber hacia dónde hay que mirar…

    Porque no hay que mirar desde la emoción sino desde la comprensión. No desde el sentimiento sino desde la serenidad. No desde la seducción sino desde la argumentación. No desde la movilización sino desde la aceptación.

    Para dejar de ser chimpancé hay que empezar comprendiendo y asumiendo que eres chimpancé.

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