un poco de Q.
mayo 7, 2021 § 1 comentario
Nada es nuestro. Ni siquiera nuestras convicciones. Tanto están en ti como el tiempo las va disolviendo como azúcar en el café. La cultura —el cultivo de la propia inquietud (esto es griego), la perseverancia en el estudio de las Escrituras (y esto, judío)— nos concede una prórroga. Pero tarde o temprano el nadie aparece como lo más sólido de la existencia. Quizá por eso los antiguos atribuían a los dioses cuanto nos sucede, incluso la inspiración. Y si no tenemos nada en propiedad ¿cuál es nuestra propiedad —quiénes somos en definitiva? ¿Acaso algo más que un interrogante —un dirigir la mirada hacia los cielos vacíos de Dios? Y mientras tanto, ¿un caer en la cuenta de que tan solo nos tenemos los unos a los otros?
La fe nace de la humildad, del mismo modo que, como dice un pensamiento sufí, el verdadero conocimiento se obtiene de ella, igual que si uno quiere beber agua fresca de un arroyo, debe inclinarse para beber. Debemos situarnos como el agua, en el lugar más bajo.
Es, sin duda alguna, un elemento necesario para comenzar a caminar rectamente. No para desesperar ni abandonar el camino.