verdad y poder
mayo 13, 2021 § Deja un comentario
La verdad por sí sola no puede. Esto tiene, sin embargo, su reverso: que el que detenta un poder fácilmente impone su delirio como verdad. Por ejemplo, hoy en día, y no solo en los campus norteamericanos, la voz de los ofendidos por defecto: que si Platón pertenece al heteropatriarcado (y por eso no debería enseñarse): que si no puedes traducir a la Dickinson a menos que seas mujer (y aquí podríamos añadir: y solterona y meapilas)… Es lo que Harold Bloom denominaba la escuela del resentimiento: que fácilmente colocan a Shakespeare en el mismo plano que a un poeta de bar sin otra razón que sus sensaciones (olvidando, por tanto, que hay obras que son clásicas no porque nos gusten —esto es al margen—, sino porque de entrada nos juzgan: quien dice que Shakespeare es basura, no habla de Shakespeare, sino de él mismo). Si los ofendidos por defecto no tuvieran poder de facto —un poder amplificado por las redes—, muchas de sus denuncias pasarían por chorradas. Sencillamente, nadie les haría caso. Y es que vivir es rozarse. Ciertamente, el roce hace el cariño. Pero no sin que duela. Algún día nos preguntaremos como fue posible que les diéramos el megáfono a estas criaturas. La única esperanza es que maduren y caigan en la cuenta de que no hay safe spaces, sino en cualquier caso espacios más o menos seguros (y esto solo donde los muros que rodean la polis sean lo suficientemente altos). El problema es que cuantas más criaturas anden por ahí gritando estupideces, más se alimenta el populismo con sus verdades como puños. De hecho, se trata de las dos caras de una misma moneda. Ya lo decía Platón: mientras estemos gobernados por idiotas —en su sentido más literal— no hay nada que hacer. En modo alguno fue casual que Epicuro decidiese retirarse con sus amigos a un monasterio sin dioses.
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