de ilusiones

junio 2, 2021 § 1 comentario

Suele decirse que de ilusiones también se vive. Pero es como si se nos dijera que también se vive de la falsedad (y esto al margen de que la sentencia nos parezca adecuada). Pues no hay ilusión que no termine siendo desmentida. De ahí que vayamos de ilusión en ilusión como en el juego de la oca: y tiro porque me toca. Quizá el aprender a vivir no pase tanto por encajar la decepción, sino por saber de qué va el juego (si es que no se trata, precisamente, del de la oca). Y aquí la piedra de toque es el sufrimiento, sobre todo el que padecen injustamente tantas mujeres y hombres. Hay que situarse en la perspectiva del final, o lo que es equivalente, en la de aquellos para los que el mundo ha dejado de ser una oportunidad. Qué prevalece, en definitiva. Aparentemente, el No —el vacío, la soledad, el infierno (aunque si tienes los riñones cubiertos, de hecho no te lo parezca: ándeme yo caliente y ríase la gente, como también suele decirse). Por eso mismo, de creer que la última palabra será un Sí, tarde o temprano tendremos que preguntarnos en nombre de qué o, mejor dicho, de quién lo creemos o esperamos. Pues de no arraigar en la carne de quienes creyeron antes que nosotros —y por nosotros— donde no cabía ninguna fe probablemente nos hallemos ante la mayor de las ilusiones. Puede que los pastores tengan que promover la ilusión de sus ovejas. Sobre todo, cuando empiezan a caminar. Al menos, porque de entrada casi nadie comienza a moverse por la verdad. Pero acaso se equivoquen donde, en un segundo momento, no les proporcionan la munición necesaria para enfrentarse a la impugnación de la creencia inicial. Y esta munición no tiene los mismos ingredientes que los de la ilusión. Pues no es lo mismo fantasear que esperar.

§ Una respuesta a de ilusiones

  • Quentin dice:

    Hay una ilusión sana y otra insana.

    “Ilusión” es una palabra que admite dos acepciones. La de la motivación de origen interior que impulsa a la persona a lograr algo en su vida. Y la de la aparición en el exterior de algo que aparenta lo que finalmente no es.

    La ilusión positiva es la que convence a una persona a luchar por iniciativa propia por algo que considera valioso. La ilusión negativa es la que moviliza a la persona manipulándola por iniciativa ajena.

    La ilusión sana es la de la persona madura que observa, comprende y apuesta. La ilusión insana es la del niño que es llevado de la mano, asume y se deja llevar.

    La ilusión constructiva es exigente, proyectiva e impulsiva. La ilusión destructiva es complaciente, limitante y mansa.

    La ilusión positiva constituye un proyecto individual hacia los demás. La ilusión negativa es una imposición colectiva de los demás al individuo.

    La religión cristiana puede devenir una ilusión primaveral u otoñal. Puede impulsar al individuo a que hable para buscar la verdad o inducirlo a que calle para aceptar en silencio una apariencia.

    Hay que evitar las falsas ilusiones de aquellos que inhiben la pasión del individuo poniendo anteojeras a sus ojos para guiarlo por sendas trazadas por el teólogo. Hay que eliminar las barreras de los que afirman que solo hay una forma de ser cristiano, de los que emplean la ilusión negativa de falsos espejismos.

    La responsabilidad del buen cristiano es perseguir el reto ilusionante de llegar a ser una buena persona y contagiar a los demás con su entusiasmo. Es decir, la persona debe revivir cada día con sana alegría la ilusión luminosa que Jesús nos transmitió.

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