la convicción cristiana
julio 2, 2021 § 2 comentarios
El creyente, según Simone Weil, permanece a la espera de Dios: al final, lo veremos cara a cara. Y aquí podemos estar religiosamente de acuerdo. Sin embargo, la convicción cristiana es otra: Dios —estrictamente el Padre— es invisible como tal. Y no porque lo sea como nosotros podemos serlo para las orugas, sino porque no es nadie sin el Hijo. O lo que viene a ser lo mismo un nadie. Por consiguiente, no habrá un cara a cara. En cualquier caso, ver a Dios supone ver el rostro de un crucificado en su nombre. Mejor dicho, el de un crucificado que fue transformado por la fuerza del espíritu de Dios. No entender que Dios no tiene otro rostro que el del crucificado supone no entender nada de lo que proclama el cristianismo.
Absolutamente cierto, pero de todos los crucificados de la época, que fueron muchos y muy diversos, es en el crucificado Jesús de Nazaret —del que conocemos algo de su trayectoria, por interpretado que nos haya llegado— en el que los cristianos confesamos el rostro de Dios.
¿Quién es, pues, el sujeto de la convicción cristiana: quien, puesto que lo tiene “todo” (familia, trabajo, futuro…) puede permitirse el lujo teórico de poner todo eso en cuestión en su búsqueda de punto de apoyo inamovible, aun cuando sea bajo la forma de Cruz/Getsemaní, o quien, careciendo de todo ello, persevera en la esperanza sin nombre ni forma a pesar de todas las expectativas en contra?