filar prim
agosto 8, 2021 § Deja un comentario
O bien, Dios provoca lo mejor de nosotros mismos. O bien, nos deleitamos con nuestros mejores sentimientos con la excusa de Dios. El síntoma de que nos hallamos en la primera opción es que no contábamos con ello. Pues Dios es interrupción —y ya sabemos cómo nos interrumpe: con el desagradable olor de los prescindibles. En cambio, con la segunda fácilmente llegamos a creer que da igual del Dios del que hablemos.
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