Moltmann (1)
octubre 19, 2021 § 2 comentarios
Escribe Moltmann en El Dios crucificado: la cruz expulsa los elementos sincréticos del cristianismo. Traducción: expulsa los elementos gnósticos o pseudo-orientales, tan de moda actualmente. Pues el Gólgota revela cualquier ideal que se decida desde nuestro lado como ridículo. Al fin y al cabo, la teología debe, acaso en primer lugar, enfrentarse a la pregunta que el crucificado le dirige a Dios: ¿por qué me has abandonado? Y esto para saber de quién hablamos cuando hablamos de Dios. De no hacerlo, fácilmente caerá en las procelosas aguas de la devoción, en el peor sentido de la palabra, aquel que nos arroja, precisamente, al onanismo espiritual.
Hay que admitir, con honestidad y humildad, que la cruz plantea muchas preguntas y no sugiere de forma clara respuesta alguna. La misma actitud de Jesús, con su pregunta «Por qué me has abandonado?» así lo confirma. Y también el pasmo y el silencio con que los apóstoles vivieron la muerte de Jesús el viernes santo. Por tanto, es cierto que cualquier planteamiento ante la cruz que se decida desde nuestro lado se presenta de entrada como pretencioso y al final como ridículo.
Nadie ha conseguido entender realmente el significado de la cruz. No hay que temer a este vacío. Ni la visión de la entrega por Dios de su hijo al sacrificio del cordero ni la idea de que la muerte de Cristo redime al hombre de sus pecados resultan sencillas de comprender. Ni de aceptar. Y no olvidemos que el mismo Jesús afirmó que la verdad le sería revelada solo a los sencillos.
¿Y qué sugiere a los sencillos lo que ocurrió en el Gólgota? Pues simple y llanamente que Jesús murió. Sus palabras y sus obras fueron las que otorgaron sentido a su vida. No su muerte. Ni a su muerte.
La cruz puede ser el Mc Guffin de los evangelios, repescado por San Pablo para, erróneamente, ponerlo en el centro de la trama. Jesús resumió maravillosamente su legado a los sencillos con una sola frase, fácil de entender, difícil de asumir: «Ama a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo». Jesús habló a los vivos sobre cómo llevar sus vidas. Y dejó que los muertos enterraran a sus muertos.
Probablemente debamos dejar de obsesionarnos con la muerte y resurrección de Jesús. No debiera pre-ocuparnos tanto, pues en el fondo esta actitud es un reflejo de nuestra dificultad para encajar nuestra propia muerte. Deberíamos centrarnos en su vida y, de manera más concreta, en sus palabras divinas. Vivamos escuchando la sabiduría de Jesús. Un día moriremos. Y si resucitáramos resucitaremos.
La pregunta ¿porque……?, la hace quien se sabe hijo de Dios,quien ha dedicado su vida y se ha sacrificado por extender la verdad del Reino de Dios. Es imposible mayor expresión de desamparo.
La Resurrección en el relato) viene a combatir, borrar esa desesperanza.