dilema crucis

octubre 20, 2021 § 1 comentario

Si los relatos de la resurrección se entienden como un modo de referirse, ya superado, a una experiencia interior, entonces el cristianismo terminará disolviéndose en las inmensas aguas del océano gnóstico-oriental: triste destino para aquellos a los que se les encomendó ser la sal de la tierra. Pero si, por contra, se insiste en que se trató de un hecho histórico, como la batalla de Jena pero en plan paranormal, entonces el cristianismo cae en un irrelevante ridículo. Por no hablar de que el Dios que se revela en la cruz no casa con el deus ex machina que levanta a los muertos de sus tumbas.

Ciertamente, en los inicios, fue inevitable concebir la resurrección como un prodigio ex maquina. Sin embargo, tras una lenta digestión de cuatro siglos, el cristianismo llegó a la convicción de que el Padre —el absolutamente otro y, por eso mismo, eternamente por ver— no es nadie sin el cuerpo del Hijo. Y esta convicción no es, estrictamente hablando, religiosa. Al fin y al cabo, la dura lección de la dogmática trinitaria es que Dios no tiene otro rostro que el de un crucificado en su nombre, el cual, en su muerte, regresa a la vida con la vida de Dios, en el doble sentido del genitivo. Dicho de otro modo, el que la resurrección fuera un hecho sobrenatural para quienes sufrieron las apariciones, aun cuando para nosotros el hecho sea que algunos creyeron ver al resucitado, hizo posible la revelación de Dios como el abandonado de Dios que se abandona a Dios. De ahí que la esperanza en la resurrección coincida, en definitiva, con la de una nueva creación, algo así como un volver a empezar, aunque está vez sin orgullo de por medio. Nada que ver, a pesar de lo que se cree, con la vida posmortem de unos cuantos espectros puros.

Ahora bien, esta esperanza resulta tan increíble como el hecho mismo de la resurrección. No es casual que Pablo hablase de una esperanza sin expectativa. Y para, al menos, intuir por dónde van estos tiros, basta con preguntarse en nombre de qué —o mejor dicho, de quién— el cristiano espera lo que el mundo no admite como posibilidad. Sencillamente, un cristiano es aquel que, habiendo visto y oído lo que vio y oyó —y esto tiene que ver con las historias de redención que tienen lugar en el sento del infierno, comenzando por la del Gólgota—, no puede creer que el No tenga la última palabra. Aun cuando no logre concebir, salvo a través de imágenes inverosímiles, cómo acabará imponiéndose el Sí.

§ Una respuesta a dilema crucis

  • Pilar de la Herran dice:

    Me llena lo que dices: » el abandonado de Dios que se abandona a Dios», la realidad de la resurrección

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