Hijo de Dios

noviembre 10, 2021 § Deja un comentario

El título cristológico Hijo de Dios se presta a una serie de interpretaciones, que no serían, estrictamente, intercambiables, a pesar de su aire de familia. Por un lado, con dicho título podemos referirnos a aquel hombre que está imbuido de la misericordia de Dios —o en clave pagana, de su poder—. Por otro —y aquí el marco sería propiamente ontológico—, a un engendrado de Dios que adopta un aspecto humano. Desde esta óptica, la filiación sería algo así como una emanación: el Hijo es del Padre como la luz solar es del Sol. O si se prefiere, como un desprendimiento de Dios: como si el Padre se despojase de sí mismo en la persona del Hijo. La primera opción da pie al cristianismo progresista, por decirlo así, el cual a veces da la impresión que no sabe qué hacer con el reconocimiento del crucificado como Dios. La segunda es más típica del conservador. Sin embargo, donde nos quedamos con una en detrimento de la otra, fácilmente caemos en las herejías de los primeros tiempos, esos malentendidos razonables. Así, o bien, Jesús de Nazaret fue un hombre de Dios, pero no Dios; o bien, fue un dios paseándose por la tierra, pero en modo alguno un hombre (aunque se hubiera revestido de humanidad).

No obstante, entre ambas alternativas se sitúa la confesión creyente, la que reconoce en el crucificado al quién de Dios, su modo de ser. Pues lo que presupone la dogmática trinitaria es que el Padre no es nadie —y no lo es porque no quiso— sin el Hijo (y viceversa). Ahora bien, esto es lo mismo que decir que el Hijo, mientras cuelga desesperadamente de su cruz, se encuentra expuesto a un Padre que no podrá, en tanto que aún no es nadie sin la fe del Hijo, hacer nada por él. De ahí que, con el abandonarse a Dios del abandonado de Dios, Dios vuelva a tener un cuerpo —un quién en el que reconocerse—. Al fin y al cabo, una de las moralejas de la resurrección, acaso la principal, es que el crucificado regresa a la vida con la vida de Dios, en el doble sentido del genitivo (aun cuando aquí podríamos preguntarnos cómo entender este regreso… si es que ya no podemos admitirlo como hecho; pero este es otro asunto).

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