sobre el poder de Dios
febrero 24, 2022 § Deja un comentario
Es verdad que la frase de Bentué, una paráfrasis de la de Pablo, apunta al centro de la revelación. Ahora bien, la revelación cristiana es sumamente desconcertante para quien sepa qué significa ser un dios. De ahí la importancia de averiguar qué hay más allá del efecto sugerente de las grandes sentencias para, cuando menos, hacernos una idea de lo que estamos hablando. Pues la tesis cristiana no tiene nada de religiosamente obvio. Cuando nos referimos a un Dios impotente… ¿es que no caemos en una contradictio in terminis? Así sería en el caso del ídolo —de lo que se nos muestra espontáneamente como divino—. No lo es, en el caso de un Dios crucificado. La gran intuición cristiana con respecto a Dios acaso sea la que sostiene que el mayor poder reside en aquel que, siendo sumamente poderoso, renuncia a su poder. Y es que, de lo contrario, el poder de Dios estaría por encima de su voluntad. Sencillamente, hay más poder en quien renuncia al poder que en aquel que no puede hacerlo.
De hecho, el Dios bíblico es el Dios que no quiso ser Dios sin el fiat del hombre. De ahí que, en sí mismo, no sea aún-nadie donde el hombre le da la espalda. Adán tiene que encarar de nuevo a Dios para que Dios pueda reconocerse de nuevo en Él y, por eso mismo, volver a ser el Dios que quiso ser desde el principio. Y encarar a Dios supone encarar su silencio —su impotencia—, siéndole fiel hasta el final. Como hizo Jesús en la cruz. De ahí que la obediencia a Dios suponga obedecerle sin Dios mediante, en la noche oscura del alma. Es lo que tiene un Dios que quiso depender del hombre que depende de Dios. En cualquier caso, que la humillación de Dios pertenezca a la esencia de Dios, por así decirlo, hace saltar por los aires el prejuicio religioso. Y es que en la fidelidad a la voluntad de Dios —en la respuesta del hombre al clamar de Dios por el hombre— no está en juego solo el destino del hombre, sino el ser o no ser de Dios. Y esto no es algo que religiosamente podamos admitir como quien no quiere la cosa.
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