de lo alto y lo bajo
marzo 29, 2022 § Deja un comentario
Es cierto que uno es, en gran medida, lo que come. También en lo relativo a los asuntos del alma. No creces del mismo modo donde te pasas el día oyendo reggaeton que escuchando con frecuencia a los clásicos. O leyendo tweets en lugar de a Shakespeare. Educar supone, en gran medida, decirlo (y sin complejos). Porque, sencillamente, es así. En el reggaeton no hay silencio. Mientras, puedes hacer otras cosas. Freir unos huevos, por ejemplo. El bonobo que llevamos dentro salta (y está bien que, de vez en cuando, salte). En cambio, en Bach o Shakespeare, las frases apuntan al nadie-ahí. Por eso su canto acaso sea lo único que pueda inspirar la piedad de un dios. Cuando Elisabeth Schwarzkopf entona las primeras notas de Erbarm dich —o el actor declama deformado, inconcluso, enviado antes de tiempo… ya no puedo convertirme en amante— difícilmente cabe continuar con lo nuestro. Pues el resto es silencio. Y nada más real que lo que resta.
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