Carmen es una carca (o sobre el poliamor)
abril 2, 2022 § 3 comentarios
Las costumbres cambian. Pero las costumbres, incluso las buenas, tienen que ver con lo impersonal: con lo que se hace, se lleva… Así, entre los jóvenes de ahora, lo más parece que es salir con alguien pero sin que ello excluya poder echar, de vez en cuando, una cana al aire. El discurso —lo que se dice—: si te apetece, ¿por qué no? A mi pareja no le importa. De acuerdo. Esto es, de mútuo acuerdo. Algunos de sus mayores, ciertamente, no terminan de comprenderlo. Unos carcas, responden los chicos (y no tan chicos). Sin embargo, la pregunta no es ¿por qué no?, sino ¿qué significa que no nos importe? ¿A quién no le afecta que su pareja se líe con otro puntualmente? Es decir, ¿qué tipo de yo hay detrás de esta actitud?
A mí no me importa prestar la blackdecker al vecino cuando me la pide. Al fin y al cabo, hablamos de algo que, en tanto que útil, terminará, tarde o temprano, en el container. Pues el destino de lo útil es, precisamente, la inutilidad, el desgaste. Pero sí me importaría prestar a mis hijas para que otros hicieran de padres durante unos días… incluso si ellas me lo pidieran. ¿Debería no importarme? En el caso de que no me importase ¿qué estaría diciendo sobre mi relación con ellas —y, en definitiva sobre mí mismo—? ¿Acaso que mis hijas únicamente satisfacen mi necesidad de tener descendencia? Uno no puede evitar la sospecha de que en las parejas abiertas el otro no ha terminado de entrar. Simplemente, estoy bien con él o ella —o incluso muy bien—, pero puedo vivir sin él o ella. Todo desde la barrera. No parece que haya aquí mucha intimidad. Y puede que no haya intimidad porque no hay intimidación. En el amor, el otro irrumpe como único (y por eso mismo, interrumpe la continuidad de los días). Es lo que tiene la alteridad. Pues, de hecho, tan solo cabe amar lo que, como alter, no podemos poseer (y sin embargo, nos reclama o exige una respuesta incondicional).
Con todo, el amor es tan extraordinario como difícil. No es lo habitual. Mientras, fem el que podem. Es decir, nos dejamos llevar por lo que se lleva… creyendo que es lo más auténtico, cuando se trata simplemente de la novedad, ese simulacro de lo nuevo. Nos equivocamos donde confundimos el amor con la inclinación, por no decir, la excitación —en definitiva, el deseo con el amor—. Es lo que tiene ser unos consumistas. Pues la lógica del poliamor es la del super. Al fin y al cabo, uno es lo que ama. Pero podemos pasarnos toda una vida sin amar nada o a nadie, comprando —y desechando— cosas. Quizá el problema sea que con el tiempo los chicos del poliamor se den cuenta de que las nuevas costumbres no son mejores que las viejas. Toda costumbre es gris (y el amor, denso). Pero entonces acaso descubran el Mediterráneo. ¿Qué pasa si a mi pareja no le importa que me acueste con otros? Literalmente, no pasa nada. O mejor, nada acontece o tiene lugar. Es decir, acontece la nada. ¿A quién quieres engañar diciéndote que es lo más? Será cierto que las mujeres y los hombres se distinguen entre los que están a favor de la búsqueda y los que no. Y, en el fondo, lo que buscamos es la aparición. Aunque lo ignoremos. Ahora bien, donde renuncias a la aparición, el mundo gana. Y al mundo solo le interesa que te reproduzcas.
En el fondo intuyo que esta tendencia o moda del poliamor no es un tema estrictamente moral, sino una manifestación más de la postmodernidad y de la insoportable levedad del ser que encuentra incompatible compromiso y libertad. Para algunas personas probablemente es una manera de hacer más llevadera la precariedad y la incertidumbre constantes.
Tal cual.
Jesús abolió la ley para dar entrada al amor, a la confianza. Decir que eres de fiar implica, entre otras cosas que, contigo, está de más cualquier contrato.
Un detalle más de lo lejos que estamos del querer de Jesús, esto del poliamor: un acuerdo contractual que evita el compromiso mutuo, el ser capaz de confiar y que confíen en tí, ¿será porque cada vez somos más inmaduros, más caprichosillos, menos inteligentes, más egoístas…? No creo que alguien capaz de traficar de ese modo se planteé siquiera la inconsistencia grave del mundo.