Cristo, ¿un campesino judío?
abril 15, 2022 § Deja un comentario
Hace un siglo, Rudolf Bultmann puso sobre el tapete la disyuntiva entre el Jesús histórico y el Cristo de la fe. Aunque no fuera este el propósito de Bultmann, lo cierto es que la distinción sugería, cuando menos, que el Cristo de la fe era una interpretación… entre otras. A partir de entonces proliferaron una serie de imágenes alternativas: desde el Jesús guerrillero hasta el Jesús cínico. Sin embargo, la cuestión no es si caben diferentes interpretaciones —pues resulta obvio que sí—, sino si la confesión creyente fue originalmente una interpretación. No me atrevería a decirlo. Y es que una cosa es interpretar desde la grada —y aquí la interpretación se añade, por decirlo así, a lo que se ve— y otra muy distinta ver de un cierto modo, lo cual es, en cualquier caso, inevitable. De hecho, no hay visión que no incorpore en su seno una carga teórica. Ver es siempre un ver como. Así, por ejemplo, quien ve un martillo, ve un clavo. Siempre y cuando pertenezca a un mundo en el que haya martillos, no ve en primer lugar una cosa que, a continuación, interpreta. Directamente, ve el clavo que acompaña al martillo. En este sentido, la visión de lo que hay supone un reconocimiento. Cuando topamos con un amigo tras años sin verlo, no estamos propiamente interpretando, sino reconociendo… aunque, en un primer momento, podamos dudar. Vemos al amigo como lo que es, a saber, un viejo amigo. Si hoy en día fácilmente damos por sentado que el Cristo de la fe es una interpretación entre otras, quizá sea porque ya dejamos atrás los presupuestos culturales —los pre-juicios— que hicieron posible su reconocimiento. Y quien dice presupuestos, dice mundo.
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