¿qué esperar?

abril 17, 2022 § Deja un comentario

¿Qué esperanza para Caín? ¿Acaso el perdón de Abel? Sin embargo, para ello debería levantarse de entre los muertos. Y es que únicamente la compasión de su hermano puede resetear la existencia del fratricida. ¿Como le ocurrió a Pablo? Probablemente. Pues, asistiendo a la ejecución de Esteban, y tras su perdón, Pablo pasó de exterminar a los seguidores de Jesús a proclamar su evangelio. O como contaba aquella mujer, que estando prisionera en los campos de Pol Pot llegó a arrancar la comida de la boca de su hija, la cual murió, días después, de inanición: que lo único que esperaba era poder encontrarse con su hija más allá de la muerte para que pudiera perdonarla… y comenzar juntas de nuevo. Obviamente, se trata de un imposible.

Ahora bien, el cristianismo no profesa otra fe. Sencillamente, los muertos deben resucitar en nombre de aquella bondad que nos fue dada en medio del horror. De lo contrario, no hay redención para el culpable. ¿Y quién no lo es, al menos a causa de su pasar de largo? Quizá, por eso mismo, la esperanza en la resurrección de los muertos concierne antes a los culpables que a la víctimas. Pues no solo se trata de que los que murieron antes de tiempo a causa de nuestra impiedad puedan vivir la vida que les resta. Los muertos tienen que resucitar para que las víctimas puedan apiadarse de sus verdugos. La justicia de Dios es, antes que venganza, una última oportunidad. Hay esperanza, precisamente, porque Dios espera. El juicio de Dios arranca con el perdón del crucificado. De ahí que el verdugo se condene donde, tras el gesto de misericordia, recoge de nuevo el hacha. Y aquí la condena es una eternidad sin rostro (al menos, porque la existencia deviene eterna para quien está solo).

En cualquier caso, la resurrección sigue siendo, literalmente, increíble. No es algo que podamos esperar desde nuestro lado. Sin embargo, Dios o tiene que ver con lo que ningún mundo puede admitir como posibilidad, esto es, con lo inconcebible en nombre de; o no es Dios, sino un trampantojo al servicio del onanismo espiritual. En definitiva, o resurrección, o nihilismo. Y para aquellos que no nos encontramos abiertos a la imposible posibilidad de Dios, esto es como decir nihilismo. Pero por suerte —o mejor dicho, por gracia— hubo quien permaneció abierto por nosotros, los incapaces. Pues solo por su fe cabe la fe.

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