credo quia absurdum (y 2)
junio 26, 2022 § Deja un comentario
¿Qué hay detrás de la sentencia de Tertuliano et mortuus est Dei Filius, prorsus credibile est, quia ineptum est —y el Hijo de Dios murió; es por eso por lo que se cree, porque es absurdo—? ¿Cómo entender lo que escribe a continuación: et sepultus resurrexit, certum est, quia impossibile —y que fue sepultado y resucitado es cierto porque es imposible—? Contra lo que pueda parecernos de entrada, no nos hallamos ante un caso de fideísmo, de una defensa de la irrelevancia del dar razón, sino ante la exposición retórica del nervio de la fe. Ambos, el absurdo y lo imposible, van con el acaecer de Dios en tanto que hallarse cabe Dios equivale a encontrarse bajo la posibilidad de lo imposible, de lo que en modo alguno puede reducirse a expectativa. Y esto es racionalmente así. Al menos, porque la alteridad avant la lettre, cuyo retroceso es la condición de nuestro estar en el mundo, por no decir del mundo como representación, es por definición lo absolutamente extraño o irrepresentable. El ejercicio de la razón o termina siendo dialéctico, o no se ejerce hasta el final. Ciertamente, sostener que lo Otro es, por defecto, lo que, como tal, no admite una imagen o presencia es como decir que la alteridad no es nada; que su haber es el de un eterno haber sido. Pero el cristianismo, contra las lecturas habituales, no sostiene lo contrario, aunque tampoco se limite a constatarlo. Más bien, con una audaz vuelta de tuerca, proclama que Dios se hace presente como alguien por la demencial fidelidad del hombre de Dios. O también que el Padre no es aún nadie sin el fiat del Hijo. En definitiva, que o Dios tiene cuerpo, o no hay Dios (y de ahí su coqueteo con el nihilismo). La fe, al fin y al cabo, consiste en creer que, en tanto que el todo aún está por decidir, la encarnación no caerá en saco roto. Y esto no es algo en lo que quepa esperar solo desde nuestro lado como quien da por hecho que la película acabará bien.
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