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agosto 14, 2022 § Deja un comentario
Lo que la Biblia tiene que decir sobre Dios no lo dice de Dios, sino de nuestra idea más o menos espontánea de Dios. Y lo que dice es, precisamente, que no cabe una idea —un concepto— de Dios. Y no porque Dios sea un ente indescriptible, sino porque, en sí mismo, carece de entidad. En este sentido, YWHW es un puro significante, estrictamente, un pro-nombre, el cual es, además, impronunciable, no solo por prescripción, sino porque no puede físicamente pronunciarse. Quien lo intenta no va más allá del balbuceo. La cuestión es por qué a Israel se le ocurrió este subterfugio para esquivar a los dioses del lugar —para reducir la impresión que nos produce lo gigantesco a una falsa impresión. Pues hacer de Dios un pro-nombre, esto es, un nombre cuyo referente está por ver —y lo seguirá estando hasta el fin de los tiempos— se encuentra muy cerca de decir que no hay dios que valga. La respuesta es que no se trata de una ocurrencia, sino del decir que traduce la experiencia de Dios de los abandonados de Dios. Y es que desde el sufrimiento indecente de tantos, todo discurso acerca de Dios deviene una crítica de la religión, un metadiscurso que convierte las palabras con las que nos hinchamos la boca a la hora de hablar de lo divino en palabrería.
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