la fe más pura
septiembre 4, 2022 § Deja un comentario
Los antiguos griegos —y no solo griegos— entendieron la distinción entre nosotros y los dioses, no bajo la clave del poder —o no tanto—, sino bajo la del par mortal/inmortal. Y es que la convicción de estar en manos de es experimentada a flor de piel donde no tenemos otra vida que la que nos ha tocado en suerte. De ahí que para el Israel de los comienzos, la bendición de Dios se materializase en una existencia larga y fecunda. Dar por sentado que hay una vida postmortem, al menos para los elegidos, hubiera sido un síntoma de impiedad.
Los pitagóricos dieron un paso importante en esta dirección al creer en la inmortalidad del alma. O lo que es equivalente, al postular que hay algo de divino en nosotros. Israel en cambio se resistió a creer en un alma inmortal que nos emparentase con la divinidad. La fe en la resurrección de los muertos, una fe que comienza tras el martirio de los Macabeos y que no fue compartida por todos en Israel, no tienen nada que ver con la inmortalidad del alma, sino con una nueva creación, algo así como un volver a empezar de dimensiones cósmicas. Ciertamente, se trata de un imposible por inconcebible. Pero es algo que debe suceder, aunque no podamos ni siquiera imaginarlo, en nombre de un Dios cuyo envés son los nadie de este mundo.
Aquí el par mortal/inmortal es subsidiario del par justo/injusto. Y es que la cuestión par excellence ya no es si acaso la muerte es un final, sino qué vida pueden esperar aquellos justos que murieron injustamente. De tal manera que o hay resurrección de los muertos o no hay Dios, sino en cualquier caso extraterrestres con los que hay que aprender a lidiar. Y esto se halla muy cerca, sin duda, de decir que no hay Dios. Por eso mismo, quien no haya caído en la cuenta de que la fe es esperar lo imposible en nombre de esos gestos de bondad que tuvieron lugar increíblemente en medio del horror quizá suponga que hay un dios que nos espera con los brazos abiertos tras la muerte, pero me atrevería a decir que aún no tiene fe.
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