apariencia y verdad
septiembre 12, 2022 § Deja un comentario
Platón dijo que una vida reflexionada —una vida que se interroga a sí misma— posee más valor que una vida sin reflexionar. Esto es, más fortaleza o dignidad. Y esto está muy cerca de afirmar que donde evitamos la reflexión no dejamos de ser bolas de billar que se mueven a golpe de circunstancia. En este sentido, reflexión y libertad van de la mano. Al menos, si la libertad se entiende como un estar por encima o más allá de lo que te sucede y apenas importa. No hay libertad interior que no implique una cierto distanciamiento. Por eso mismo, la reflexión no deja las cosas tal y como inicialmente estaban. Y es que no puede evitar, precisamente, cuestionar el valor de verdad de las apariencias, de lo que siento como si fuera verdadero.
La devaluación de lo aparente se plantea, sin embargo, de un modo muy distinto en la Modernidad. Para los antiguos griegos la apariencias suponen en cualquier caso una aparición de lo en verdad es —y de ahí que la tarea de la reflexión fuese la de desvelar—. En cambio, a partir de Descartes las apariencias se entienden como las representaciones de un sujeto, la cuales podrían no revelar nada. Pues siempre cabe la sospecha de que la exterioridad, de haberla, nada tenga que ver con la idea que nos hacemos de ella. La duda convierte el afuera, en el mejor de los casos, en una simple ocasión. Por no decir que en el momento en que la apariencia se comprende como representación, la exterioridad —la cosa en sí kantiana— pasa a ser, por defecto, lo absolutamente ininteligible. Nada, por tanto, que predicar.
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