el espíritu de Israel
diciembre 22, 2022 § Deja un comentario
Suele decirse que Israel carece de espiritualidad. Que su espiritualidad es, más bien, seca. O que su centro de gravedad es el imperativo moral y no el contacto con lo divino. Y algo de esto hay: entre los santos de Israel, no hay muchos que floten. Como es sabido, la espiritualidad judía se centra en la Ley. Pues en el tiempo diario no hay otra conexión con la trascendencia de Dios. De ahí que la pregunta sea cómo Israel vive la Ley —o cree que debe vivirla. Ciertamente, no como nosotros la viviríamos, de tan desbordados que estamos de sentimiento. Esto es, como si el corazón y la Ley fuesen antagónicos.
Sin embargo, no es así. Para Israel, la Ley se desprende de la experiencia de un Dios cuya presencia es la de su hallarse en falta. La vida nos ha sido dada desde el retroceso de Dios hacia su porvenir. Y de ahí que estemos obligados a preseverla frente a nuestra impiedad. Por eso mismo, la Ley también se ocupa de marcar el día a día con los signos de dicha experiencia: recuerda Israel… En Israel, espiritualidad y memoria van de la mano. Al fin y al cabo, cuando se disuelva el entusiasmo inicial, cuando se nos seque el corazón —y tarde o temprano se nos seca—, tan solo nos quedarán las formas. La fidelidad es un asunto, en definitiva, formal. De ahí, la importancia de la memoria. Y es que, de olvidar, la práctica de la Ley se convierte en mero legalismo.
Así, hagamos lo que hay que hacer en nombre de Dios… y luego Dios dirá. Incluso con respecto a la fe qua sentimiento estamos en manos de Dios. La espiritualidad judía es la espiritualidad de los tiempos del hombre, del mientras tanto. Creo que hay más lucidez —más seriedad— en la espiritualidad de Israel que en aquellas que dan casi por descontado que es posible, si seguimos las pautas del recetario espiritual, permanecer conectados a lo trascendente. En este sentido, la alegría de Israel no arraiga en la iluminación, sino en la esperanza que nace de un haber sido testigos del acontecimiento de la bondad en medio del infierno. Sin embargo, que se trate de un alegría con puntos suspensivos no le quita intensidad. Más bien, indica que su acento no reside en el corazón del hombre, sino en el de Dios. Y quien dice Dios, dice aquellos con los que Dios se identifica.
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