colosseum
febrero 15, 2023 § Deja un comentario
El tiempo todo lo borra. Incluso la huellas de un genocidio. ¿Acaso no visitamos el Coliseo como si no hubiese sido el templo de muertes espectaculares? ¿Acaso no hubo cristianos que fueron devorados por las bestias para entretener al vulgo? La sangre de los gladiadores ¿fue simplemente un chorro de ketchup? Es como si de aquí a unos cuantos siglos visitásemos Auschwitz para admirar su diseño industrial. El nihilismo lo llevamos tatuado en la piel, aun cuando nos resistamos a su discurso. De ello no se desprende, sin embargo, el rigorismo moral —que no debiéramos visitar el Coliseo. Pues, en realidad, humanamente no podemos evitarlo. El rigorismo es contra natura, un creer que podemos convertirnos en ángeles.
En cualquier caso, lo que esto significa —lo provoca un cierto vértigo— es que nos gusta olvidar, al fin y al cabo, pasar de largo. Y para caer en la cuenta de la desproporción, basta con imaginar que se suprimiese el tiempo histórico y que nos convirtiéramos de repente en contemporáneos de los mártires del Coliseo… mientras seguimos paseando por las gradas. Este es otro modo —muy distinto al de Spinoza— de contemplar la historia sub specie aeternitatis. O por decirlo en cristiano, de asumirla desde la óptica del juicio final.
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