dependence
abril 3, 2023 § Deja un comentario
¿Tiene sentido hablar de Dios si no hablamos a la vez de nuestra dependencia de Dios? ¿Acaso lo inferior no depende, por defecto, de lo superior? Pero ¿de qué tipo de dependencia se trata cuando nos referimos al Dios de la tradición bíblica? Una dependencia física sería ciertamente degradante, por no decir, asfixiante, aunque al fin y al cabo fuese circunstancial (pues bastaría con que aumentase nuestro poder para independizarnos). Y no diría que los tiros bíblicos vayan por ahí. Al menos porque bíblicamente la dependencia física se entiende como la que experimentamos ante un dios en apariencia.
¿Se trataría, por tanto, de una dependencia moral? De hecho, la convicción biblica es que nuestra suerte se decide en relación con el mandato de Dios, el que se hace cuerpo en la invocación de los nadie. Sin embargo, ¿qué implicaciones con respecto a la realidad de Dios tiene esto último? Es obvio que al referirnos al vedadero Dios no hablamos de un dios al uso —de un ente superior—, sino de un Dios que anda rozando la nada. ¿Cómo entender, entonces, que ante Dios nos hallemos sub iudice? ¿Es verdad que habrá juicio? Que nos juzguen los nadie ¿acaso no supone que nadie nos juzgará? Ahora bien, ¿no deberíamos admitir que el poder de Dios consiste en hacer del nadie un señor —mejor dicho, nuestro señor? Pero ¿cabe creer en ello? O mejor dicho, ¿en qué situación? ¿Es posible comprender algo de lo que decimos acerca de Dios en verdad sin tener presente que la existencia apunta a una falta esencial, aquella que obviamos donde seguimos confiando en nuestra posibilidad?
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