verdad e imagen
abril 28, 2023 § 2 comentarios
Dijo Job, tras perder a sus hijos: el Señor me los dio —el Señor me los quitó. Y hoy en día decimos fácilmente: el Señor no da ni quita, pues no hay nadie ahí que pueda dar o quitar; son, sencillamente, cosas que pasan (y en este caso, terribles). ¿Es que Dios reparte dones desde la alturas como los reyes magos lanzan caramelos subidos a su carroza? No, ciertamente. Pero no decimos esto porque seamos modernos. De hecho, esta convicción fue bíblica antes que moderna. Y si modernamente decimos lo que decimos es porque venimos de ahí.
El Dios de la fe monoteísta nunca fue un ente superior con el que lidiar, sino el Dios que tuvo pendiente su quién hasta el Gólgota (y por eso mismo como el Dios que se revela como promesa de sí mismo, un Dios por venir). Es en este sentido que afirmamos que Dios-en-sí fue el aún nadie tras el desprecio de Adán —y lo fue hasta el momento en que pudo tener, de nuevo, un cuerpo. Por consiguiente, Dios da y quita…en tanto que el don y la maldición son las dos caras del retroceso de Dios a un pasado inmemorial hacia el futuro del hombre —un futuro, sin embargo, que ningún mundo puede admitir como su posibilidad.
Ahora bien, en el tiempo cotidiano no es posible interiorizar esta abstracción. Quizá podamos hacerlo de encontrarnos en el final de los tiempos, esto es, en medio del horror, donde los cielos caen sobre nuestras cabezas. Pero no en el día a día, dentro de los gruesos muros del hogar. En el tiempo diario —y precisamente porque estamos alejados del lugar donde tiene lugar lo que tiene lugar frente a lo que simplemente pasa— el único modo de incorporar la verdad —de hacerla cuerpo— es por medio de imágenes que la expresan a la vez que la falsean: como si Dios fuese un ente espectral. Pues las imágenes son el lenguaje del cuerpo, por así decirlo. Job no se equivocó, por tanto, al atribuir a Dios su infortunio. Aunque nos lo parezca (y nos lo parecerá mientras sigamos ignorando de qué —o mejor dicho, de quién— hablamos cuando hablamos de Dios).
Él (Dios) no nos dice quién es. Nos dice qué quiere. Quiere que vivamos con él. Que le digamos sí.
entonces, ¿Por qué Dios se retira de la historia humana?
¿Acaso porque se “retiró” —dio un paso atrás hacia el futuro del hombre— para que fuera posible, precisamente, la historia, los tiempos, la “ex-sistencia”? El envés del Dios-creador es el Dios del séptimo día. De lo contrario no sería Dios, sino tan solo un ente superior, un demirugo. Aunque Dios se incorporó —literalmente, se hizo cuerpo— en la historia sobre la cima de un calvario.