paradojas de la caída
abril 29, 2023 § 1 comentario
Porque caímos —porque tuvimos que negar a Dios— cabe la bondad. De lo contrario —de no poder dañar—, seríamos máquinas de bondad. Y una máquina de bondad no es buena, moralmente hablando.
Aquí alguien podría objetar que la caída es el resultado de una elección y, por consiguiente, que Adán ya fue desde el principio un sujeto moral. Sin embargo, esto no es exactamente así. No es que Adán optará por la desobediencia en lugar de seguir siendo un buen chico. La libertad, en el sentido fuerte de la expresión —esto es, no como un poder decantarse por una u otra opción, sino como voluntad de bien— fue el efecto de una liberación. Adán se hizo libre —se hizo capaz de querer o, si se prefiere, amar— tras ser expulsado del Edén. Y fue expulsado porque se tomo en serio el no pasarás de Elohim. Pues una vez Elohim lanzó la prohibición —una vez Adán la comprendió— fue inevitable desear transgredirla (y desear transgedir ya es transgedir con el corazón). Al aceptar la prohibición de Elohim —al tomársela en serio—, Adán necesariamente tuvo que entender la diferencia entre el Bien y el Mal (y por tanto, es como si hubiera ya mordisqueado el fruto del árbol del conocimiento). Obedecer a Dios supuso, por tanto, desobedecerlo.
Tampoco pudo ser de otro modo. El orgullo va con la filiación. No hay padre, salvo el tóxico, que no aspire a que su hijo termine ocupando su lugar. La serpiente fue también una criatura de Dios (y nada de lo creado escapa a su intención). Si Adán hubiera continuado siendo un buen chico, entonces aún seguiríamos presos del temor de Dios. Porque Dios, al obligarnos a caer, nos liberó del temor de Dios fue posible amar a Dios. Pues amar a Dios —en definitiva, serle fiel— equivale a querer regresar junto a Dios.
Ahora bien, y en tanto que la caída también afectó a Dios, regresar junto a Dios supone regresar junto a un padre que quedó herido de muerte con la obediencia de Adán —un padre que, por eso mismo, solo podrá ser reanimado por el abrazo del hijo. Sin embargo, el hijo únicamente podrá abrazar al padre donde apure hasta el fondo el cáliz del desarraigo. No hay amor sin sacrificio. Y aquí el primer sacrificio fue el de Dios.
Así, solo porque Adán se apartó de Dios asumiendo la prohibición hasta el final, pudo Dios tener un cuerpo en el centro de lo histórico y, por eso mismo, hacerse presente como alguien. No es casual que bíblicamente se hable de un plan. Y quien dice plan, dice felix culpa. También por el lado de Dios.
«Porque ‘tuvimos’ que negar a Dios». Bona, aquesta, molt suggeridor aclariment.