hambre

septiembre 21, 2020 § Deja un comentario

Ochocientos millones de hambrientos en el mundo… ¿Y podemos soportarlo? Claro. Es lo que tiene la distancia. Ya se sabe: corazón que no ve… El problema es que, aun cuando nos mirasen de frente, también seguiríamos soportándolo. Simplemente bastaría con que siguiéramos con lo nuestro. Como el sacerdote y el levita de la parábola. No es causal que el único que se detuviese fuese un samaritano, alguien que en la época pasaba por un apestado de Dios. Pues hay que estar hundido para estar cerca de los hundidos. O por decirlo a la griega, solo lo semejante ama a lo semejante. Sin embargo, ¿todos los hambrientos son mis hermanos? Ante Dios —y porque, ante Dios, estamos sin Dios— no hay duda. Sin embargo, hay aquí algo de excesivo, por no decir delirante. Como cualquier asunto que tenga que ver con Dios.

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