va de focas
septiembre 22, 2020 § 1 comentario
A diferencia de las focas —o las lombrices, o incluso los chimpancés—, no tenemos suficiente con lo suficiente. La foca bebe cuando tiene sed. Y ya está. Hasta que sienta de nuevo la garganta seca. En cambio, los hombres no tenemos suficiente con lo suficiente. La satisfacción no nos satisface. Aspiramos a algo más, aunque no sepamos bien en qué consiste. Por lo común, creemos que lo que nos falta es tener una cosa más. Pero en esto consiste nuestro error. Una cosa más siempre acaba siendo una cosa de más. Los tiros no van por ahí. A diferencia de las bestias, nunca nos encontramos (a nosotros mismos) en donde estamos. Como si fuéramos unos foráneos. Como si estuviéramos fuera de lugar. El todo no puede ser todo para quien existe —para quien deambula por el mundo como arrancado. Las focas no existen. Son. Y, precisamente, esto es lo que nos falta: ser como una foca. Traducción: ser alguien de una pieza, estar en paz con uno mismo (y de paso con los demás), en definitiva, integridad. El problema es que, una vez surge el alguien —el yo—, resulta inevitable hallarse a una cierta distancia del aspecto con el que, por otro lado, nos identificamos. Así, la cuestión es si vivimos en relación con la búsqueda o si, por el contrario, nos dejamos llevar por la inercia de los días como si la búsqueda no fuera con nosotros. En realidad, uno es lo que ama. Y amar es buscar lo que pide ser buscado aun cuando no quepa alcanzarlo. O por eso mismo. Al fin y al cabo, el síntoma del amor es cuanto más cerca, más lejos. Y quien dice amor, dice libertad.
Jn 4, 3-15
Parece que, a menos que bebamos el agua viva que ofrece Jesús, estamos abocados a la inconsistencia (sed). Y pienso que, para beber de esa agua viva, es condicion necesaria cumplir aquello que Jesús le dijo al joven rico: su seguimiento tras soltar amarras de todas sus «posesiones». ¿Así alcanzaríamos una vida íntegra?
Un saludo
Iñaki