en busca del sentido
septiembre 27, 2020 § 1 comentario
Una cosa es creer que la vida tiene un sentido. Y otra muy distinta es caer en la cuenta de que no puede haber un sentido para el hombre. Aun cuando el mundo tuviera un hacia donde —una finalidad—. Y es que, una vez encajasen las piezas, no podríamos evitar preguntarnos si acaso eso es todo. Quien comprende esta diferencia, comprende qué es la filosofía. Pues el precio de la lucidez que da el tomar distancias es la pérdida de nuestra primera ingenuidad. Y de paso, de la vida que hay detrás.
Parece que, para el filósofo, la inconsistencia de todo la proporciona el saber que, tras la muerte, la nada acecha. Incluso descubriendo el para qué de las cosas, éstas tornan absurdas a pesar de la buena actitud valerosa del pensador: la locura de Nietzsche puede ser un símbolo de esto: todo el sentido filosófico no es más que impostura, al final.
Y aquí es donde aparece la fe, que es una esperanza en que Jesús es el para qué de nuestra vida. Aunque cabe preguntarse si Dios no hubiera podido hacerlo todo de tal manera que nos hubiéramos ahorrado todo esto. La respuesta es clara, la cruz es nuestro camino, camino ya trillado (no como el de Kant), que tan sólo, y no es poco, tenemos que seguir. A lo mejor el creyente no busca tanto un sentido sino, más bien, su salvación.
Iñaki