el tamaño importa
diciembre 10, 2020 § Deja un comentario
La pregunta por el qué de cuanto percibimos no se resuelve fácilmente, aunque de entrada nos lo parezca. Así, por ejemplo, vemos un cuerpo —y decimos, sin dudarlo, que se trata de un cuerpo. Ahora bien, si de repente fuésemos reducidos al tamaño de una pulga, dejaríamos de ver ese cuerpo. Ni siquiera percibiríamos su piel. Pues la piel se habría convertido en un mundo —y un mundo desértico. Seguiría habiendo cuerpo. Pero ya no para nosotros. Tendrán razón los Hume y compañía al defender que la sustancia —el eso concreto al que le atribuimos unos rasgos— es un constructo de la mente. Y es que lo que de entrada se presenta como un algo en concreto puede convertirse, con el cambio de tamaño, en una totalidad —en un ámbito. Y al revés: nuestro todo podría ser, perfectamente, una cosa desde el punto de vista de un dios. De ello se desprende que lo que es en absoluto es un lo que. Y que el todo es, antes que nada, una idea —un horizonte por definición siempre desplazable. Más aún: que la totalidad precede a lo que se presenta como ente. Hay un haber anterior a cualquier mundo. Pero ese haber no es nada en concreto, sino un puro il-y-a anterior a cualquier presente. En este sentido, podríamos decir que el síntoma de este il-y-a es el retroceso de lo absolutamente otro que constituye la condición del aparecer de cuanto es.
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