superlópez
febrero 13, 2021 § Deja un comentario
El contraste entre superman (o cualquiera de los héroes de Marvel) y superlópez da para una teoría de la subjetividad. En el primer caso, Clark Kent se identifica con sus poderes. En el segundo, López tiene superpoderes como quien tiene un bolígrafo: están ahí, pero como si no fueran con él. Es verdad que los utiliza según convenga, pero no terminan de ser suyos. Él sigue siendo un chico de pueblo. Aquí no hay misión, sino ostentación, aunque sin atisbo de narcisismo. Superlópez tanto puede salvar el mundo como exhibirse en un barracón de feria. En cambio, superman asume sus poderes como un destino de los cielos —y de ahí que deba enfrentarse al mal—. O por decirlo de otro modo, es responsable de lo que le ha sido dado. Ciertamente, ni Clark Kent, ni López terminan de coincidir con el personaje (y en este sentido representarían al yo puro, el que difiere continuamente de sí mismo). Pero mientras el primero se toma en serio su papel, el segundo no acaba de creérselo (y por eso mismo, es un mal actor). En superman, los malos son la bestia a batir. En superlópez, algo así como una mosca cojonera. Los cómics de superman son un calco, más o menos, de las antiguas novelas caballerescas. La película de superlópez, de El Quijote. Superman pertenece a un cosmos donde ángeles y demonios se disputan la herencia de un Dios que se perdió de vista. Superlópez, por el contrario, solo encaja en un mundo donde la única esperanza es la de seguir con vida un día más, a ser posible tomando unas cervezas con los amigos. Basta con imaginar que superman termina siendo una atracción circense para comprender qué significa nihilismo. Pero al igual que basta con imaginar a ese superman provocando con su magia caducada el asombro y la alegría de unos cuantos niños para intuir, cuando menos, por donde van los tiros de un nuevo comienzo.
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