de la amistad con Dios
marzo 13, 2021 § 2 comentarios
En Jn 15, 12-17 leemos aquello de que a vosotros os he llamado amigos, porque os he dado a conocer cuanto he oído a mi Padre. Aquí muchos se sienten confirmados en su relación íntima con Dios: como si Dios fuese una variante del amigo invisible de la infancia. Y algo se esto hay. Sin embargo, el riesgo de esta intimidad es olvidar la radical exterioridad de Dios, la cual apunta a la exterioridad del clamor de los que no cuentan (un olvido imperdonable para un judío). Por tanto, quizá reguemos fuera de tiesto donde leemos el texto desde el prejuicio moderno. Para deshacer los malentendidos basta con tener en cuenta el significado originario de los términos clave de la perícopa. En el mundo griego, la amistad ocupaba el lugar de lo que, hoy en día, entendemos como amor romántico. Sencillamente, sin amigos la vida no merecía ser vivida. Ahora bien, la palabra amistad —filia, en griego— posee la misma raíz que la palabra filiación. Es verdad que, para la mentalidad helenística, tan solo cabe amar a lo igual (y de ahí que la pasión entre hombre y mujer fuera vista, por excesiva, como desviada). Pero del mismo modo que también es verdad que la amistad más sólida era la que mediaba entre maestro y discípulo. El paradigma de la amistad implicaba, por tanto, una iniciación a la seriedad de la existencia. De ahí la conexión entre filia y filiación. El fragmento no llega a comprenderse hasta el final donde lo leemos sin tener esto presente. Por eso Juan subraya lo relativo al conocimiento del Padre (y es que uno no sabe lo que quiere o ama hasta que no sepa qué quiere de él aquel que reconoce como padre). Al fin y al cabo, de lo que se trata es de ser admitidos como hijos. O por decirlo a la manera de Pablo, es través de la fe en el Hijo que fuimos aceptados como hijos. Ahora bien, un hijo no es solo aquel que recibe la bendición —la caricia— paterna, sino aquel a quien se le exige, por eso mismo, que cumpla con su voluntad, en definitiva, que acabe ocupando su lugar. Pues el padre no terminó su obra.
Buenos días,
Aquí hay algo para mí discutible y, creo fundamental en la propuesta que se plantea: la radical exterioridad de Dios. Creo que se corre el riesgo de olvidar esto:
«El ser humano ha sido creado con una tendencia primaria hacia el amor, hacia la relación con el otro. No es un ser autárquico, cerrado en sí mismo, una isla en la existencia, sino, por su naturaleza, es relación. Sin esa relación, en ausencia de relación, se destruiría a sí mismo. Y precisamente esta estructura fundamental es reflejo de Dios. Porque Dios en su naturaleza también es relación, según nos enseña la fe en la Trinidad».
«En Dios nos movemos, vivimos y somos nosotros»
«Cuando una persona obra bien con otra, se acerca especialmente a Dios. Cuando en la oración alguien se abre a Dios, entra en una proximidad especial con Él».
Y por último, «Dios se deja hallar por los que no le tientan»
Algunas son citas bíblicas.
Es decir, Dios no está absolutamente ausente, no es inalcanzable, por muchas noches oscuras que haya…
Quizá una manera de manifiestarse sea en las personas con las que te has topado en tu camino… Yo así lo creo.
Y la cita del Maestro Ávila esclarecefora:
«No desama el padre al hijo aunque le enoje, sino castígalo y tiénele corazón de padre; y así hace nuestro Señor, al cual, siempre que el pecador quiere tornar a Él, no se le niega el corazón paternal; y cuando no volvemos, está deseando que volvamos, sin ser parte para estorbar este deseo todos nuestros pecados, porque es mayor su amor. Y este amor y cabida en su corazón ganamos por el mediador de Dios y los hombres, Jesucristo, Señor nuestro, que, siendo El hijo natural, nos ganó adopción de hijos, y corazón en Dios de padre con hijos, cada y cuando que de El quisieramos gozar por la penitencia y sacramentos».
No podemos olvidarnos de que Dios nos quiere con locura, aunque no comprendamos muchas cosas. Y que lo que podamos saber de Él aquí, no es nada en comparación con lo que es, pues nos deja saber lo que quiere que sepamos, nada más.