la ironía del cristianismo

marzo 14, 2021 § 3 comentarios

Para quien no esté en el ajo, el anuncio cristiano no deja de ser una broma. Pues que fuese ensalzado —¡y ensalzado como Dios!— aquel que, habiendo fracasado como liberador, terminó colgado como un despojo es como si entendiéramos como paradigma de lo bello, no a un ángel de Victoria’s secret, sino a una tullida o deforme. ¿Va en serio? Sensatamente, no puede ir en serio. Un dios, por definición. siempre nos mira desde arriba. Pero no como el que pende de una cruz, sino como el que nos ve —si es que llega a vernos— como aquellos que no cuentan. La fuerza de lo divino se muestra en mayor medida con el poder de la muerte —uno siempre muere solo— que a través del ímpetu del amor. El cosmos seguirá en pie una vez nos hayamos ido. Como si nuestras pasiones y creencias fuesen ridículas. Todo es vanidad y alimentarse de viento, escribió el autor del Eclesiastés. Que un Dios esté por cada uno de nosotros —y lo esté hasta el punto de sacrificarse por nosotros— ¿acaso no será un delirio narcisista? ¿Tanto se equivocaron los viejos monjes cuando creyeron que, ante Dios, tan solo cabe postrarse —pues no está claro cuál va a ser su veredicto? Vivir del aliento de una bendición de fondo ¿no será la convicción de aquellos a los que les va bien? ¿No es esta la sospecha con la que comienza el libro de Job? ¿Qué pueden proclamar de Dios aquellos que han sido pisoteados por el mundo? La Biblia es clara al respecto: solo ellos, los desconectados de lo divino, pueden hablar de Dios, aunque este hablar sea propiamente un tartamudear. Hay que tener mucho valor para creer en el amor de Dios donde las pruebas van en su contra. ¿Quién se atreverá a decirles a los que tienen el vientre hinchado por el hambre que Dios los ama con locura? Aquí, el simple entusiasmo, ¿no equivaldría a reírse en su cara?

En modo alguno es casual que los evangelios traten de la revelación. Y es que una revelación, a diferencia de la mera iluminación, siempre nos coge con el pie cambiado. De entrada, la revelación es sencillamente inaceptable. Quien la admita como quien no quiere la cosa solo baraja hipótesis más o menos consoladoras. Reconocer como Dios a un crucificado en su nombre está muy cerca de declarar que Dios ha muerto (y quizá por esta razón, Nietzsche comprendió mejor que muchos de los que nos llenamos la boca con la palabra Dios de qué va el asunto cristiano). Por eso mismo, la revelación no se precipita en un nuevo saber —o al menos no, para quienes ya no pueden acreditar los hechos que hay tras el kerigma—, sino en un permanecer a la espera. De ahí que la raíz de la fe no sea tanto un sentimiento de conexión —o la expectativa de que la película termine bien— como el dar fe, precisamente, de aquellos actos de bondad en medio de un mundo sin piedad. Solo en relación con estos actos el todo es aún el no-todo. Son estos los únicos que, dándose entre huérfanos de Dios —o, mejor dicho, de un Dios por venir—, resisten numantinamente al implacable poder de los dioses. Únicamente por el testimonio de los santos, el que siempre niega todavía no ha cantado victoria. Es imposible creer en Dios donde no partimos de un hallarnos en medio de un combate de dimensiones cósmicas. Y esto en absoluto es un modo de hablar. Si no, que se lo pregunten a los que están de más.

§ 3 respuestas a la ironía del cristianismo

  • Quentn dice:

    De la presencia de los sufrientes no se infiere ni la existencia de Dios ni mucho menos algo relativo a sus intenciones o a sus obras. En absoluto. Más bien al contrario. El grito desesperado del dolor humano invita a sentir el insoportable silencio del Dios ausente.

    De hecho, para dejarlo claro, cabe señalar que el estudio de la metafísica debería separarse del de la ética. Es cuando intentamos relacionar la realidad humana con la divina cuando caemos en la trampa, tan habitual en la historia del hombre, de intentar deducir qué espera Dios de nosotros. El fariseísmo, esto es, el ponerse deberes a uno mismo para asumir con ello que Dios me recibirá con un aplauso cuando llegue al final de mi existencia. Infantil. Y muy muy dañino.

    Ojalá este craso error afectara solo a la persona. El problema maldito es que una y otra vez el hombre aplica esta confusión, malintecionadamente, a la colectividad. Un grupo se afirma poseedor de la verdad de Dios, la proclama con un credo e induce a todos sus miembros a vivir de determinada manera. Y a proclamar infieles a los que no comulgan con sus criterios y deducciones metafísicas. Y a perseguirlos…

    La realidad del dolor del otro no debe despertar la fe sino la empatía. Y el saber que debe analizar cuidadosamente la reacción individual y colectiva a aplicar ante dicho dolor no debe ser la metafísica sino la ética.

    Dejemos a los teólogos que discutan en sus aulas sobre la realidad de Dios, tema apasionante. Y hagámoslos callar, por favor, cuando intenten indicarnos qué debemos pensar o hacer con nuestras vidas.

    Por favor.

  • Iñaki dice:

    Que Dios sea Amor no implica que, en este mundo no haya sufrimiento.
    La fe no es una ciencia, tiene que superar la mera demostración y dar el salto a la sencillez de Dios. Quien no lo da, le torna refutable.
    Y tener siempre presente el misterio, aunque no nos guste, porque la lógica de Dios no es la nuestra: ¿por qué no escogió al poderoso pueblo de Egipto en vez de a Israel? Por ejemplo.

  • Iñaki dice:

    ¿Se puede saber algo de Aristóteles si se estudia su Metafísica al margen de su ética o de su Acerca del alma? Creo que es razonable no separar ambos ámbitos de realidad, porque, entre otras cosas, si lo estuvieran ya no hay Dios que valga. Y esto no creo que sea ser fundamentalista…
    Para mí lo relevante de Dios no es su absoluta ausencia desgarradora, lo siento pero, a pesar de las noches oscuras, no puedo reducir su Ser a su silencio. ¡Qué le voy a hacer!, soy así de infantil.
    En la oración que nos dejó Jesús se dice que hagamos la voluntad del Padre: implica esto que sabemos qué quiere de nosotros, otra cosa es que lo hagamos.
    Ese grupo que proclama un credo es la iglesia… y yo, descartarla tan a la ligera no me atrevo, lo siento también. Pero supongo que se hace referencia a ese grupo de gente fanática que con su intolerancia prepotente se hace juez de los demás, de ellos yo también huyo.
    ¿Quién ha dicho que el dolor del otro debe despertar la fe? ¿Qué pensamiento es ese?
    Por último, no hay que hacer callar a nadie, aunque no nos guste lo que se dice, al menos este lugar de debate tan respetuoso con las opiniones respetuosas de los que participan, es un ejemplo de ello.

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