fe y ciencia (one more time)

abril 19, 2021 § 2 comentarios

Desde la Ilustración hasta hoy en día, la navegación, no siempre sobre aguas plácidas, que va de la ciencia a la fe —y viceversa—, tarde o temprano ha terminado atracando en el puerto del deísmo. Ciertamente, no parece que pueda haber un acuerdo entre un craso positivismo, segú el cual no hay más que lo cuantificable, y la confesión que proclama a un crucificado como Dios. Pero la ciencia es, según algunos de sus intérpretes, cada vez más espiritual, hasta rozar lo misterioso. Basta con tener en cuenta los postulados de la mecánica cuántica para intuir por donde van los tiros de un espiritualidad a la científica. Así, el investigador y el creyente encuentran, de nuevo, un punto de convergencia: hay algo que permanecerá eternamente en el terreno de lo indecible; y ese algo es el fondo mismo de lo real. Ahora bien, aquí el cristianismo corre el riesgo de confundir, una vez más, las churras con la merinas. Pues ese algo, al fin y al cabo, un arkhé, aún cuando pueda provocar nuestro asombro, difícilmente llegará a mezclarse con un Dios que renunció a su divinidad para poder reconocerse en su criatura, por decirlo así. Es cierto que el asombro arraiga en nuestra capadidad para trascender el horizonte de lo útil o tratable. Pero no solo del asombro vive el hombre, sino también del escándalo ante la desmesura del horror. Y para ello —para clamar al cielo— hay que abandonar la posición del espectador omnisciente, aquella en la que, inevitablemente, se sitúa el imparcial. De ahí que la incompatibilidad entre ciencia y fe no tenga tanto que ver con admitir o rechazar la posibilidad de un más allá del saber —pues que lo real sea esencialmente extraño o inconcebible es más que una posibilidad—, sino con los tipos de sujeto que hay detrás de cada opción. Y el mirón desinteresado no acaba de casar con el que, en medio de la escena, se encuentra expuesto a un Dios, que lejos de darse como un relojero espectral o como el fondo nutricio del cosmos, decidió identificarse con los que son dejados atrás.

§ 2 respuestas a fe y ciencia (one more time)

  • Quentin dice:

    La compasión no está arraigada en la fe. ¿Por qué debería estarlo? La empatía es una cualidad propia del hombre en relación con su semejante. Afortunadamente no es preciso comulgar con ninguna fe para comprender, compartir y atenuar el dolor del prójimo. Vincular fe y compasión constituye un error en el que el teólogo ha caído una y otra vez. No es que no tengan relación una con otra. El crecimiento sano y sabio en la fe conduce a una mayor empatía con el otro. Pero de ahí no se deriva una dependencia. La compasión nace del alma humana sea ésta cristiana, musulmana, agnóstica o atea. Y su crecimiento es una responsabilidad ética de toda persona. Sea de la fe que sea.

    Interpretar mal este punto ha conducido una y otra vez al nefasto sentimiento de culpabilidad que ciertas visiones teológicas han querido asignar al que se resiste a creer. Como si la falta de fe fuera un síntoma o, peor aún, una causa de suciedad en el alma de la persona. Todavía queda trabajo por hacer para aclarar este perverso malentendido, de origen interesado: la fe es una opción para la reflexión. La compasión lo es para la acción.

  • Iñaki dice:

    El reduccionismo aplicado al asunto, Quentin, está en la misma línea que la interpretación condenada en tu texto. El asunto es más complejo y requiere comprensión para todos. Sin menoscabo de quien intenta ser bueno sin fe, para el cristianismo la fe es fundamental para que el obrar bien tenga sentido. Dejemos que así sea.

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